En 1968, nos enfrentamos en un partido entre Brasil y la selección FIFA. La imagen de ambos juntos al acabar fue un suceso en España y un recuerdo imborrable para mí
NotMid 31/12/2022
OPINIÓN
AMANCIO AMARO
Durante mucho tiempo la gente me preguntaba cada dos por tres por mí foto con Pelé, aún lo hacen de vez en cuando pese a que han pasado más de 50 años y cada vez queda menos gente que nos viera jugar. Pero Pelé es Pelé. Que esa foto se convirtiera en un suceso en la España de 1968, una seña de orgullo de ver a uno de los suyos junto al futbolista más famoso del mundo, da idea de su magnitud dentro y fuera del césped.
Fue en un partido en Maracaná entre Brasil y la selección de la FIFA, que me convocó, lo que era en aquel entonces un tremendo honor. Mi recuerdo de él, ya entonces un jugador legendario pese a que le quedaba un último Mundial por ganar, es el de un hombre sorprendentemente cercano y sencillo. Muchos años después coincidimos en una visita suya a Madrid y aún se acordaba de aquellas tres frases rápidas que cruzamos. Nunca fue un divo, pese a que hubiera podido permitírselo.
Hay algo en aquella imagen que siempre me ha llamado la atención y da idea del calibre de futbolista que fue: somos prácticamente de la misma altura, pero luego él, que con los pies era tan hábil y rápido como solemos ser los atacantes de nuestra altura, iba de cabeza como un delantero centro que midiese 15 centímetros más. Lo hacía todo y todo como el mejor. Su leyenda no exagera ni un ápice. Si eres titular en un Mundial con Brasil a los 17 años y lo ganas, no es necesario malgastar adjetivos.
Se movía en un plano diferente al resto. Sé que hay debate y siempre lo habrá sobre quién ha sido el mejor y no pienso entrar en eso, porque comparar épocas es absurdo, pero sí quiero hacer un apunte: en nuestra época era muy difícil jugar, los límites de la violencia eran otros y eso no puede olvidarse a la hora de valorar a Pelé por más que, aunque midiese 1,75, jugase como un gigante.