NotMid 04/11/2022
ASIA
Dos horas con el presidente Xi Jinping. Una hora con el primer ministro Li Keqiang. Otros 60 minutos con la comunidad empresarial alemana asentada en Pekín. Luego, vuelta a casa. De los 23 viajes que los cancilleres alemanes han hecho a China desde que ambos países establecieron relaciones bilaterales en 1972, ninguno tenía una planificación tan breve, aunque intensa, como el de Olaf Scholz este viernes en Pekín. Y tampoco ninguno antes estuvo rodeado de tanto ruido y polémica alrededor.
Scholz ha sido el primer líder occidental en estar cara a cara con Xi Jinping desde que el presidente chino fuera reelegido para un tercer mandato en el congreso del Partido Comunista (PCCh). El canciller alemán también ha sido el primer líder del G7 en pisar la moqueta roja del Gran Palacio del Pueblo de Pekín desde que estalló la pandemia hace casi tres años.
Esas barreras rotas por el alemán en una China que continúa con sus fronteras cerradas, fueron recogidas por el presidente Xi, que aseguró que la visita de Scholz “fortalece la cooperación práctica” entre Berlín y Pekín. “En la actualidad, la situación internacional es compleja y fluida. Como potencias influyentes, China y Alemania deben unirse y trabajar juntos en tiempos agitación, y hacer más contribuciones a la paz y el desarrollo mundiales”, dijo el líder chino al recibir a Scholz, según recoge la emisora estatal CCTV, que también cita al canciller diciendo a su homólogo chino que quería “desarrollar más” la cooperación económica con Pekín, a pesar de “los diferentes puntos de vista”.
Con aguas revueltas dentro de su casa por un viaje que en Berlín muchos han cuestionado, al igual que en Bruselas, Scholz no aterrizó solo en el gigante asiático. Lo hizo acompañado por una amplia delegación empresarial con altos ejecutivos de las principales empresas alemanas con intereses en China, desde la farmacéutica Bayer, hasta representantes de Volkswagen y Adidas.
Reuters informa que, tras la recepción en el aeropuerto con alfombra roja y guardia de honor, la delegación alemana fue trasladada a Diaoyutai, el complejo diplomático utilizado para las recepciones a dignatarios extranjeros, que se convirtió en un centro de testeo para hacer una PCR a Scholz y a su equipo, requisito inamovible que impuso Pekín: como requiere la política nacional de Covid cero, el líder alemán no se sentaría al lado de Xi sin un resultado negativo de la prueba.
Fuera de las desavenencias políticas, los empresarios alemanes necesitan apuntalar unas relaciones económicas de recientes altibajos con el que ha sido su principal socio comercial durante los últimos seis años. Y en el embarrado terreno diplomático, con las dos superpotencias mundiales, Estados Unidos y China, empeñadas en estirar y tensar una nueva Guerra Fría, Scholz trata de hacer malabarismos para equilibrar los intereses económicos de su país con los políticos.
Berlín demanda las inversiones de Pekín -la semana pasada, el gobierno alemán permitió a la china Cosco comprar una participación en una terminal del puerto de Hamburgo, el puerto más grande del país- mientras que trata de definir su relación con una China fuerte, que acaba de elevar a los altares del autoritarismo supremo a Xi Jinping. Todo ello en medio de un debate interno dentro del gobierno de coalición alemán.
Este año, China y Alemania celebran que llevan medio siglo manteniendo relaciones bilaterales. Bastante óptimas, sobre todo, en las últimas dos décadas. Cuatro cancilleres alemanes distintos han visitado Pekín hasta en 22 ocasiones, logrando abrir de manera fructífera la puerta del gigante asiático a los negocios patrios.
La prensa china ha aplaudido la visita de Scholz tras la tormenta desatada por el viaje en una Unión Europea cuyas relaciones con China van en caída libre desde que comenzó la pandemia y, más aún, con la postura ambigua de Pekín en la invasión rusa de Ucrania, donde ha comprado la narrativa del Kremlin de que la culpa de la guerra la tiene la expansión de la OTAN hacia Europa del Este. En la UE crecen los llamados para reducir la dependencia excesiva de China.
“Angela Merkel hizo 12 viajes a China durante sus 16 años como canciller alemana, y el presidente chino Xi Jinping ha visitado Alemania dos veces durante su mandato. La diferencia es que Merkel se benefició de gobiernos estables bajo su liderazgo, mientras que Olaf Scholz encabeza una coalición afectada por luchas internas en casi todos los temas. Sus compañeros socialdemócratas le siguen, pero están apoyados por los verdes y los demócratas liberales, que no parecen estar de acuerdo con la forma de lidiar con la economía, la crisis energética o la política exterior de Alemania. Para que este viaje a Pekín sea visto como un éxito en Berlín, Scholz tendrá que desempeñar muchos papeles y marcar muchas casillas”. Así resume la situación la cadena estatal china CGTN.
En Pekín han destacado la “resistencia” de Scholz ante las presiones de sus socios de gobierno para llevar una política más dura con China, los oídos sordos hacia las demandas de los colegas europeos para que haya una “única voz” que siga una línea marcada desde Bruselas para tratar con Pekín, y los intentos desde Washington para que ponga al régimen chino al mismo nivel de aislamiento que a la Rusia de Putin.
Scholz ha dejado claro que su país seguirá su propio camino según sus intereses. “Alemania, que tuvo una experiencia tan dolorosa de división durante la Guerra Fría, no tiene interés en ver surgir nuevos bloques en el mundo. Lo que esto significa con respecto a China es que, por supuesto, este país con sus 1.400 millones de habitantes y su poder económico desempeñará un papel clave en el escenario mundial en el futuro, como lo ha hecho durante largos períodos a lo largo de la historia”, escribió el canciller el jueves en un artículo publicado en la revista POLITICO y en el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung.
El canciller, en un toque directo a Washington, dijo que el ascenso de Pekín no justificaba “los llamados de algunos para aislar a China”. Aunque también apuntó que Berlín debía cambiar la forma en que trata a China a medida que el país asiático retrocede hacia “una trayectoria política más abiertamente marxista-leninista”, y que las empresas alemanas tendrían que reducir las “dependencias riesgosas” en las cadenas de suministro industrial, ya que el presidente Xi Jinping estaba siguiendo deliberadamente una “estrategia política de hacer que las empresas internacionales dependieran de China”.
El artículo escrito por el alemán en la previa del viaje a Pekín, sobre todo la primera parte, donde se puede leer entre líneas un rechazo al empuje de Washington por unir frentes comunes de aliados contra China, fue bien acogida por los funcionarios chinos. “El último medio siglo de intercambios y cooperación ha demostrado plenamente que China y Alemania tienen más puntos en común que diferencias, la cooperación superó con creces a la competencia y somos socios en lugar de rivales. Ambas partes se han beneficiado mutuamente del desarrollo y la cooperación práctica”, dijo Zhao Lijian portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino.
Un par de meses antes de la visita de Scholz a Pekín, varios medios señalaron que la idea inicial era que el alemán viajara a China con su homólogo francés, Emmanuel Macron. Le Monde dijo la semana pasada que Macron había propuesto a Scholz que ambos fueran juntos, pero que el canciller lo rechazó, diciendo que prefería hacer el viaje “inaugural” por su cuenta y acompañado de los empresarios de su país.
Desde la delegación de la UE en Pekín confirman a este periódico que en verano se barajó la posibilidad de que, tras el congreso del PCCh, varios líderes europeos (Alemania, Francia, España e Italia) viajaran juntos a China tras las informaciones difundidas por el diario hongkonés South China Morning Post de que Pekín había extendido una invitación informal a los cuatro países. También confirman que en Bruselas veían con buenos ojos que los máximos representantes del eje franco-alemán fueran de la mano.
“Podría haber sido una buena forma conjunta de presionar al presidente Xi y que deje de apoyar a Rusia y condene los ataques de Moscú. Aunque también había riesgo de que ese viaje conjunto se viera desde Europa como que los líderes van a casa de Xi para cortejarlo después de que fuera reelegido de la manera más autoritaria posible, y además eso cabrearía mucho a Estados Unidos”, dicen desde la delegación europea.
Tras la visita de Scholz, en Pekín esperan a Macron. En España, el Ministerio de Exteriores está tratando de cerrar, por ahora de manera informal, el viaje de Pedro Sánchez a China para mediados del año que viene, aprovechando además de que se celebra el 50 aniversario de las relaciones diplomáticas entre España y China.
Lucas de La Cal