En estas circunstancias un alto el fuego solo puede suponer una maniobra de propaganda más. Del Kremlin sólo cabe esperar nuevas mentiras para consumar su infamia a costa de una montaña creciente de cadáveres
NotMid 06/03/2022
OPINIÓN
A estas alturas nadie que no sea cómplice del odio a la democracia liberal puede creer de buena fe en las promesas de Vladimir Putin. Un antiguo espía soviético educado en el uso sistemático de la mentira y la desinformación propio del comunismo no puede ser creído jamás. No hace ni 15 días que el Kremlin negaba a las cancillerías europeas su voluntad de invasión: el propio presidente Macron fue víctima de ese engaño. Con la guerra entrando en su fase más cruda, con miles de víctimas mortales y más de un millón de desplazados, con varias ciudades reducidas a escombros y una central nuclear atacada, Putin anunció ayer un presunto alto el fuego de seis horas para la apertura de corredores humanitarios que permitan la evacuación de la población civil en las ciudades de Mariupol y Volnovaja, al sur de Ucrania. Pero a la hora prevista aún había combates en lugares como la región de Zaporiyia, donde se ubica la central nuclear cuyo edificio auxiliar fue incendiado, y una hora más tarde el Ayuntamiento de Mariupol denunció que todavía estaba a la espera de la confirmación de ese alto el fuego, lo que obligó a suspender la evacuación de la población civil. Los proyectiles seguían cayendo, impidiendo la evacuación, mientras oficialmente el Kremlin sostenía lo contrario.
El éxodo de ucranianos empezó bajo las bombas. La desesperación empuja a la gente a huir sin detenerse a esperar la inverosímil magnanimidad del agresor en forma de tregua para abrir rutas de evacuación sin peligro por unas horas. Con o sin bombardeos, los civiles seguirán huyendo de la devastación causada por la insania criminal de Vladimir Putin. Mariupol es un punto estratégico para el ejército de ocupación, pues le garantiza la continuidad territorial entre sus fuerzas llegadas desde la península de Crimea y las de los territorios prorrusos del Donbás ucraniano. Si Putin interpreta que cualquier tregua, por efímera que sea, perjudica lo más mínimo el desarrollo de su estrategia ofensiva, es evidente que no la respetará.
Rusia y Ucrania acordaron abrir esos corredores humanitarios en la segunda ronda de negociaciones que mantuvieron sus respectivas delegaciones el jueves en territorio bielorruso. Pero ni Ucrania está en disposición militar de negociar ni Rusia desea sinceramente hacerlo: solamente quiere que lo parezca para paliar en lo posible el deterioro meteórico de la imagen de Rusia ante el mundo, convertida ya en una nación paria. A las sanciones aplicadas por las autoridades democráticas se le unen las decisiones de empresas privadas de referencia: Inditex, sin ir más lejos, acaba de cerrar sus 502 tiendas en Rusia. En estas circunstancias un alto el fuego solo puede suponer una maniobra de propaganda más: se trata de poder decir ante la comunidad internacional y ante los propios rusos que Putin no es tan desalmado como para no facilitar la marcha de los civiles. Pero si los civiles están muriendo es porque él lo ha decidido. Este gigantesco drama tiene un único responsable.
Que el autócrata ruso se vea obligado a pactar treguas, aunque luego no las cumpla en los términos pactados, revela cierta inseguridad: la guerra no marcha como le gustaría. También es revelador que la Duma se haya apresurado a legislar penas de hasta 15 años de cárcel para disidentes, activistas y opositores a la guerra -de hecho llamarlo «guerra» está severamente prohibido en los medios rusos- que se atrevan a difundir fake news; o sea, a decir la verdad. La represión se recrudece al mismo ritmo que la propaganda, y eso solo puede significar que, como avisó Macron, lo peor está por llegar.
Ante semejante horizonte, Europa debe mantenerse unida en su histórica respuesta a la amenaza del tirano. Del Kremlin solo cabe esperar nuevas mentiras para consumar su infamia a costa de una montaña creciente de cadáveres.
ElMundo