Habitantes del extrarradio de Buenos Aires cuentan con hartazgo y rabia por qué darán su respaldo en las urnas al polémico candidato argentino
NotMid 27/09/2023
IberoAmérica
Billetes falsos de 100 dólares que van de mano en mano, una motosierra que no corta, redoblantes golpeados con saña y ritmo y un razonamiento que se repite en casi todos los diálogos: el cansancio ante la crisis permanente es enorme, el país no da para más, el cambio es imprescindible y el único que encarna la esperanza es Javier Milei.
Es lunes por la tarde en Libertador General San Martín, una localidad del extrarradio de Buenos Aires en la que hace escala la caravana de actos con los que el candidato ultraliberal populista busca sumar votos para asumir el 10 de diciembre como presidente de Argentina.
Ya es primavera en el hemisferio sur, aunque la temperatura es aún bien fresca. Los ánimos y los corazones, sin embargo, están encendidos: Milei visita la zona más céntrica y comercial de San Martín, y más de un millar de personas lo están esperando.

“Son 90 años de lo mismo. Estamos hartos, nos vienen empobreciendo generación tras generación. La verdad es que estamos cansados. Necesitamos estar bien”, dice a EL MUNDO Sonia, dueña de una escuela de acrobacia y agotada, a sus 48 años, de la Argentina adicta a las crisis económicas.
“Yo no me quiero ir del país, no quiero que mis amigas se vayan del país”, añade antes de emocionarse y que se le quiebre la voz. La mujer ondea una gran bandera amarilla con la leyenda “Don’t tread on me” y una serpiente cascabel en posición defensiva. “No me pisotees”, puede traducirse la frase que es un lema de los libertarios estadounidenses. La bandera, creada por Christopher Gadsden en 1775, forma parte de los fetiches de los libertarios argentinos ya desde la elección de 2021, en la que Milei sorprendió al lograr un 17 por ciento en la ciudad de Buenos Aires. Dos años después, la sorpresa sería ya mayúscula al ganar las primarias nacionales para la presidencia.
Tanto San Martín como la multitud que se agolpa son una clara alegoría de la Argentina que viene fallando desde hace décadas. San Martín era hasta principios de los años ’70 un pujante distrito industrial en el que las clases medias bajas y trabajadoras aspiraban al ascenso social. Barrio de casas bajas y sin mayores pretensiones en el sur, en sus zonas más cercanas a Buenos Aires, asombra la degradación a medida que se avanza hacia el norte. Las últimas décadas vieron instalarse allí la decadencia hasta convertirlo en centro de bandas narcos y en un sitio en el que caminar por las noches no es recomendable. En las primarias de agosto, Milei obtuvo el 23 por ciento de los votos: impensable meses antes.
Muchos de aquellos que en los ’70 y los ’80 soñaban con el progreso de Argentina siguen viviendo en San Martín, pero la esperanza trocó en temor, hartazgo e incluso rabia.
Con matices, lo mismo puede decirse de la experiencia colectiva de los argentinos: la democracia recuperada en 1983 ilusionaba con promesas de paz, progreso y desarrollo. Pocos esperaban que cuatro décadas después el símbolo fuera una motosierra y los gritos alternaran entre “la casta tiene miedo” o “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”.
Cuando Raúl Alfonsín puso punto final a la dictadura militar en 1983 faltaban cinco años para que naciera Ezequiel. Está, junto a sus dos hijos pequeños, esperando la llegada de Milei. Es comerciante en una tienda que comparte con su madre, y el análisis que hace en diálogo con EL MUNDO es, ante la pregunta de por qué votará a Milei el 22 de octubre, sereno y demoledor a la vez.
“De los tres candidatos es el único que todavía no he visto gobernar. Los otros dos están en el poder desde hace mucho tiempo, y como decía Einstein, querer resultados distintos probando siempre lo mismo es locura, y yo creo que me considero cuerdo”.
Hay gente que dice que el que está loco es Milei, se le recuerda a Ezequiel, que sale veloz al quite: “Yo creo que hay que estar muy loco para venir a un partido (localidad) de peronistas, de chorros (ladrones) y de narcos y corruptos como San Martìn a hacer un evento como este. Sí, está loco. Y al querer sacarle la dieta a todos los políticos también está loco, porque es una mafia muy grande. Lo apoyo en su locura”.
Mira a sus dos hijos y no duda al responder qué es lo que más le preocupa: “La seguridad, y que mis hijos están creciendo y yo sé que dentro de unos años los voy a ver partiendo a otro país, buscando un futuro. Me pasa a mí con 30 y pico de años, no quiero eso para mis hijos. No quiero llorar viéndolos viajar a Europa por un futuro, no quiero que estudien para que los maten por un celular (móvil) en la calle”.
El tema de la inseguridad en muchas zonas del Gran Buenos Aires y otros aglomerados urbanos del país es, junto con la inflación descontrolada, clave para los votantes. Ezequiel tiene un modelo: “Creemos que lo que pasó en El Salvador con (Nayib) Bukele puede replicarse en otros países”.
Milei avanza, de pie en la parte trasera de una camioneta, acompañado por Carolina Píparo, candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires. Sonríe, canta, saluda, mueve las manos y los brazos rítmicamente, firma billetes de 100 dólares falsos con su efigie, firma libros de aus autoría que le acercan sus seguidores. “El fin de la inflación” es el título de uno de ellos.
Aparecen Rubén Chico, de 76 años, y Mauricio Pollaschi, de 45. Llegaron desde Mercedes, a 100 kilómetros de distancia. Chico recalca que es liberal desde los años 70: “Voy a votar a Milei porque él comparte mis ideas”. Pollaschi, candidato a concejal en Mercedes, no teme a las contradicciones en La Libertad Alcanza (LLA): “El liberalismo tiene algo que otros pensamientos no tienen, podemos pensar en libertad y no tenemos que estar cien por ciento de acuerdo en todo. Argentina va a ser faro de libertad en Sudamérica”.
Roxana Claudia, entrada en los 50 y dueña de una tienda de venta de ropa, está enfadada. “Estoy harrrrrta”, dice remarcando la “erre”. Votó toda su vida al peronismo, pero no piensa volver a darle una oportunidad.
“Este año fue el peor en ventas, todo está muy parado. Quiero un cambio, un cambio radical. Estoy cansada. De todo. Milei va a cambiar las cosas, yo confío en él. Por lo menos vamos a tener una esperanza de que no va a estar la misma mugre en el poder”.
¿Cree en la dolarización que promete Milei, en terminar con el peso?
“Sí, creo. Un loco puede cambiar la Argentina“
Agencias