Felipe VI advierte de los riesgos que para la democracia representan «la división» y el «deterioro de la convivencia» en su mensaje de Nochebuena
NotMid 25/12/2022
OPINIÓN
Felipe VI ha transmitido en un valiente discurso un mensaje de «esperanza» y «serenidad» en «tiempos de incertidumbre» marcados por la polarización política. Y lo ha hecho desde la confianza en nuestra sociedad como protagonista de una enorme transformación a lo largo de cuatro décadas y media en las que la Constitución ha sido el cimiento de la convivencia y el progreso, y de la «unión» frente a la «división». Con claridad, cuando el independentismo ha recuperado su exigencia de un referéndum envalentonado por las cesiones del Gobierno, el Monarca ha advertido de que «los españoles tenemos que seguir decidiendo todos juntos nuestro destino, nuestro futuro».
De nuevo, como en octubre de 2017, la Corona vuelve a erigirse en su papel de arbitraje y moderación como un baluarte firme de la unidad de España y de la concordia, el orden constitucional y los principios del liberalismo político frente a los deslizamientos populistas que pretenden disolver el Estado mediante el debilitamiento de los contrapesos básicos.
El Rey lanza una advertencia en un momento de grave crisis derivada del choque institucional: la democracia se enfrenta a una serie de riesgos que pueden minarla. Y los enumeró: «La división», el «deterioro de la convivencia» y la «erosión institucional». Contra esas enfermedades del cuerpo democrático -y tras unas semanas en las que el Tribunal Constitucional ha frenado la maniobra del Ejecutivo para llevar a cabo sin debate una reforma exprés de los órganos constitucionales-, prescribió la necesidad de «fortalecer nuestras instituciones».
Felipe VI vertebró su discurso en tres ejes. Primero, la Guerra de Ucrania, que ha provocado la mayor crisis de seguridad en Europa desde la II Guerra Mundial. Segundo, la amenaza de recesión arrastrada por un conflicto que ha provocado duros recortes energéticos. Y tercero, y principalmente, el enfrentamiento político, contra el que reclamó «un ejercicio de responsabilidad» y una reflexión sobre las consecuencias de ignorar los riesgos que se ciernen sobre una democracia «que no se puede dar por hecha» 45 años después de la aprobación de nuestra Carta Magna.
Es en esta última parte en la que concentró el contenido político más profundo de su discurso, que sólo puede interpretarse como un llamamiento a terminar con el cainismo y a recuperar los grandes consensos que subyacen en la letra de la Constitución: «Un país o una sociedad dividida o enfrentada no avanza, no progresa ni resuelve bien sus problemas […]. La división hace más frágiles a las democracias; la unión, todo lo contrario, las fortalece». El Rey colocó en el corazón de su mensaje la apelación a las instituciones europeas -«somos Europa, pero también necesitamos a Europa»- y concluyó conectando con la emoción ciudadana que reclama «serenidad, paz y tranquilidad». Nuevamente, en tiempos de incertidumbre, nos queda la Corona.