España tiene que tomar parte activa y abogar por una política exterior que combata la demagogia populista de Latinoamérica
NotMid 28/08/2022
EDITORIAL
Pedro Sánchez se ha despedido de Latinoamérica ensalzando sus dotes como embajador de Europa en el continente y prometiendo impulsar las relaciones entre ambos lados del Atlántico cuando España se alce con la presidencia de la UE, el año que viene. La gira responde a un objetivo necesario, que es recuperar presencia económica y empresarial en la región ante la creciente influencia de Rusia y China. Sin embargo, esa no debe ser la única meta diplomática de España y de su Gobierno.
El grave deterioro de las democracias latinoamericanas -arrasadas por el populismo y el consecuente auge de gobiernos que vulneran las libertades individuales- exigen que nuestro país exhiba una política exterior contundente: que reafirme la democracia y combata esos movimientos autoritarios, que en España, desgraciadamente, forman parte de nuestro propio Ejecutivo.
Hace años, algunas naciones latinoamericanas eran un ejemplo de progreso, pero hoy son países a la deriva, donde el iliberalismo amenaza el germen democrático. Es el caso de Argentina, donde esta semana se ha conocido que su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ha sido acusada de corrupción por la Fiscalía, que reclama para ella una pena de 12 años de cárcel y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Precisamente, el viernes, Pablo Iglesias, el líder de Podemos en la sombra, la visitó para mostrarle su absoluto respaldo e identificarse con ella. El que fuera vicepresidente de Sánchez no dudó en exhibirse con la política argentina en las redes y acusar a la Justicia de haber emprendido una persecución “global” contra algunos líderes.
Otro escenario a analizar es Chile, que se enfrenta el próximo fin de semana a un referéndum para aprobar una Constitución. Sobre ello publicamos este domingo un detallado reportaje. Es de aplaudir esta iniciativa de la sociedad chilena en aras de una nueva Carta Magna, pero sería incongruente que el texto se redactara y aprobara bajo la presión de la calle, de los más radicales -como ha sucedido durante su elaboración-, porque no funcionará si no surge una Constitución para todos.
Ante este escenario de inestabilidad democrática, España tiene que tomar parte activa: abogar por una política exterior que combata la demagogia populista. La democracia es el derecho del pueblo a controlar a sus gobernantes, no al contrario.