Algunos propietarios de tiendas y restaurantes pedirán la nacionalidad de los clientes y en el caso de que sean de EEUU, el servicio adicional por atenderles será del 145%, en referencia a los aranceles impuestos por Trump
NotMid 15/04/2025
ASIA
Uno de los vídeos más virales estos días en las redes sociales chinas, compartido por los principales portavoces del gobernante Partido Comunista, ha sido un discurso del difunto líder supremo Mao Zedong sobre la entrada de China en la guerra de Corea (1953) para luchar contra las fuerzas estadounidenses. Aquella fue la única vez que los ejércitos del gigante asiático y de Estados Unidos han chocado en un combate directo. “En cuanto a la duración de esta guerra, no somos nosotros quienes podemos decidir… No importa cuánto dure, jamás nos rendiremos. Lucharemos hasta la victoria final”, declaró Mao.
La guerra arancelaria lanzada por Donald Trump ha despertado a una masa nacionalista china que llevaba un tiempo sin sobresaltos. En Weibo, el equivalente a X en China, y en Douyin (la versión local de TikTok), hay una oleada de publicaciones que hacen un llamamiento al boicot de los productos estadounidenses. También hay muchos comerciantes que dicen que dejarán de vender artículos fabricados en EEUU.
Incluso algunos propietarios de tiendas, restaurantes y supermercados han llegado hasta el extremo de asegurar que preguntarán la nacionalidad a todos los extranjeros que entren a su negocio. En caso de que algún cliente sea de Estados Unidos, le harán pagar más. “El servicio adicional por atender a clientes estadounidenses será del 145%“, sé podía leer en una la cuenta en redes de un restaurante de Hangzhou, al sur de China, haciendo referencia a la suma de todos los aranceles que Trump ha impuesto este año a los productos chinos importados.
El sentimiento antiestadounidense se extiende por muchos foros del censurado ciberespacio chino mientras que los funcionarios más ruidosos recogen una y otra vez la última frase que soltó Mao en su discurso viral: “Lucharemos hasta el final”.
China contraatacó el viernes con gravámenes del 125% a EEUU y dejó claro que era absurdo continuar con este intercambio de golpes porque, con aranceles elevados, los productos estadounidenses no tienen ahora mismo ninguna viabilidad de beneficio comercial en el vasto mercado de la superpotencia asiática. “Somos chinos. No tememos las provocaciones. No nos acobardamos”, escribió Mao Ning, portavoz del Ministerio de Exteriores, en una publicación reciente que fue muy compartida en X por las cuentas de varias embajadas chinas.
El fuerte nacionalismo es una de las herramientas a las que se ha agarrado en varias ocasiones el Gobierno de Xi Jinping para mantener la estabilidad social en tiempos revueltos dentro de casa. Pero la embestida comercial de Trump golpea al mayor exportador del mundo en un momento en el que China lidia con una larga crisis inmobiliaria y deflacionaria, a lo que hay que sumar el débil consumo interno o el alto desempleo juvenil.
Los largos cierres de la pandemia condujeron a una ralentización del crecimiento económico y ya hay unos cuantos análisis que ponen en duda que China vaya a alcanzar su meta de la subida del 5% del PIB para este año. Por ejemplo, con los efectos de la guerra arancelaria, Goldman Sachs reducía hace unos días su pronóstico de crecimiento de China al 4%. Una previsión que coincidía con los nuevos datos económicos sobre los precios al consumidor, que continuaron cayendo en marzo, estirando más la deflación y con los consumidores aún reacios a gastar como antes.
Quienes más se asustaron en China por los aranceles de Trump fueron los exportadores de productos electrónicos. Estos, junto a los de la maquinaria, muebles y juguetes, representaron más de la mitad de los envíos chinos a EEUU el año pasado. Pero los proveedores chinos, al igual que grandes multinacionales estadounidenses como Apple y Tesla -que cuentan con muchas fábricas en China- respiraron algo aliviados el fin de semana después de que Trump desvelara los planes para eximir a algunos dispositivos electrónicos (teléfonos inteligentes, ordenadores, discos duros, chips de memoria y equipos de fabricación de semiconductores) de sus llamados aranceles recíprocos.
Una marcha atrás que parecía reconocer el papel indispensable de Pekín en la cadena de suministro global de numerosos productos de alta tecnología: el país asiático suministró el año pasado más del 70 % de los ordenadores a Estados Unidos. Aunque el lunes volvió la incertidumbre después de que el presidente estadounidense precisara que muchas pequeñas empresas chinas de electrónica no estarán cubiertas por esas exenciones. El desconcierto en el país asiático es absoluto.
Esta semana, una información de Reuters señalaba que el Gobierno chino se ha puesto en modo “tiempos de guerra”, fortaleciendo los departamentos involucrados en la pelea arancelaria con Trump. Mientras, el presidente chino se encuentra en una importante gira por el Sudeste Asiático para estrechar lazos con sus vecinos en medio de todas las turbulencias globales. La primera parada es Vietnam. Después, Xi viajará a Malasia y Camboya. Todos son importantes centros manufactureros donde China, durante la primera guerra comercial de Trump, desplazó una parte de las fábricas que producen artículos para el mercado estadounidense.
Agencias