Terminar con una matanza siempre es una buena noticia, pero premiar al agresor es invitarle a seguir. Con sus concesiones, Trump le regala a Vladimir Putin su próximo movimiento
NotMid 18/02/2025
MUNDO
Si la actual guerra de Ucrania terminara hoy, Rusia la habría perdido en lo militar: puede que haya movido las fronteras, pero no sólo no ha conseguido su gran objetivo, que era tomar la capital y volver a colocar a un gobernante títere para volver a controlarla y someterla. Tampoco ha logrado su objetivo de mínimos, que era ocupar todo el Donbás. Las grandes ciudades de Donetsk en poder de Ucrania en 2014 (Sloviansk, Kramatorsk y Pokrovsk), siguen en manos de Kiev, que sólo ha perdido Mariupol.
Durante tres años, Rusia se ha limitado a defender lo conquistado los primeros días de la invasión gracias al factor sorpresa y a avanzar en el frente del Donbás unos 35 kilómetros al Norte (la distancia entre Avdivka y Pokrovsk) a cambio de centenares de miles de bajas. Por el camino, Ucrania, que ha conseguido sobrevivir como estado y como sociedad, le ha arrebatado, además, una parte de Kursk.
Para una potencia nuclear que iba a tomar Kiev en tres días, esto es una derrota sin paliativos. Moscú perdió sus grandes contratos gasísticos europeos, Finlandia y Suecia entraron en la OTAN y la reputación internacional del régimen de Putin, en busca y captura por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra, cayó en picado.
Pero todo eso tiene que ver con el plano militar. Ahora llega la batalla diplomática, en la que Donald Trump está dispuesto a entregar a Putin no sólo algo a lo que poder llamar victoria, consolidando su derecho de conquista sobre esos territorios ya anexionados, sino que la factura de este desastre ha de pagarla Europa, ninguneada por su vicepresidente Vance y expulsada de cualquier negociación.
Con su llamada a Putin de 90 minutos y su invitación a reunirse en Arabia Saudí, Trump acaba de rehabilitar al autócrata ruso y le regala un escenario muy temido por los países europeos. En 2024 era sólo una posibilidad lejana pero preocupante. Ahora es real: varios acontecimientos comienzan a revelar un horizonte de escalada. No siempre una mesa de negociaciones lleva a una paz duradera. A veces, un alto el fuego ceba una guerra aún peor. Parece que Europa, al fin, se ha dado cuenta.
Con la victoria de Trump y la querencia del presidente de EEUU hacia Vladimir Putin, de quien jamás ha dicho una mala palabra un dirigente que ha hecho del insulto su marca personal, marcó el primer paso hacia el peor escenario para Europa. El segundo paso vino de Rusia: Putin ha adaptado toda su industria a la economía de guerra para machacar las ciudades ucranianas a distancia, agotar sus defensas antiaéreas y aterrorizar a su población. Su farsa electoral de la pasada primavera le permitió barrer por completo cualquier atisbo de oposición residual.
El almirante español Juan Rodríguez Garat describió la pasada primavera en EL MUNDO este posible escenario: “Estas dos condiciones, la victoria de Putin en Ucrania y el debilitamiento de la OTAN son necesarias para que el régimen ruso intente una agresión a algún otro país de Europa”. Pues bien, estamos en el camino. Aunque Putin no haya obtenido su victoria militar, Trump está dispuesto a darle la victoria diplomática en Arabia Saudí.
Algunos analistas militares ya están señalando lo inconveniente de la jugada de Trump: este propone congelar el frente ucraniano y responsabilizar a Europa de las garantías de seguridad para proteger a Ucrania. Es decir, varios países europeos, entre los que parece que podrían estar Francia y Reino Unido, despliegan sus recursos militares en la línea del frente con decenas de miles de soldados.
En paralelo, Rusia puede mover sus ejércitos sin consecuencia hacia nuevos frentes como, por ejemplo, los países bálticos, ya que el frente ucraniano sigue congelado. A partir de ahí, y con una operación híbrida mediante, puede desencadenar un ataque para el que Europa, con EEUU mirando hacia el Pacífico, tendría complicado reaccionar tras enviar sus recursos a defender la paz en Ucrania.
En realidad, la agresividad de Rusia con los países bálticos ya ha comenzado. En la televisión pública rusa son continuas las referencias a la invasión de estas ex repúblicas soviéticas desde el pasado año, varios equipos rusos de guerra electrónica están creando una gran disrupción sobre las señales de navegación de los aviones, no sólo militares, sino también civiles. Gabrielius Landsbergis, ministro de Exteriores de Lituania, define la situación de estos países en un tuit: “La narrativa definitiva será escrita por historiadores. Discutirán nuestras decisiones. Si fracasamos, serán duros. Se preguntarán por qué creímos en la ficción que nos contamos a nosotros mismos y decidimos ignorar los hechos sobre el terreno. Lo llamarán tragedia, no victoria”.
También lo explica el analista Gideon Rachman en el Financial Times: “Putin quiere que las tropas de la OTAN se retiren de todo el antiguo imperio soviético. Los funcionarios europeos creen que es probable que Trump acepte retirar las tropas estadounidenses del Báltico y tal vez de zonas más al oeste, lo que dejaría a la UE vulnerable a un ejército ruso que, según advierten los gobiernos de la OTAN, se está preparando para un conflicto más amplio más allá de Ucrania”.
El historiador ucraniano Serhii Plokhy escribe: “Miro los argumentos de Vladimir Putin y reconozco los escritos de los historiadores imperiales rusos. El concepto de que rusos y ucranianos eran el mismo pueblo era la idea dominante antes de la revolución rusa. Putin está hablando con los fantasmas del pasado, tratando de convertirlos en los monstruos del futuro”.
Si todos estos condicionantes se dan, estaríamos ante un jaque de Vladimir Putin contra la OTAN que puede ser mate. Si EEUU no actúa ante una pequeña intervención de Rusia por ejemplo, en Narva (ciudad estonia habitada por un 90% de población rusófona) y el resto de socios europeos se acobarda, ¿de qué sirve entonces la Alianza Altántica?
Agencias