Las circunstancias de la foto tomada por Koldo descartan la hipótesis del encuentro casual. ¿Alguien puede creer que la imagen es inocente cuando la protagoniza el «nexo corruptor» que está en el centro de una asombrosa concatenación de influencias?
NotMid 27/10/2024
OPINIÓN
JOAQUÍN MANSO
La fotografía que hoy ilustra la portada de EL MUNDO extiende sobre el presidente del Gobierno una sospecha incompatible con la dignidad de su cargo: si insistiera, como tememos, en eludir explicaciones, la exigencia de responsabilidad política le perseguirá cada día de manera implacable. La fuerza simbólica de su imagen junto al «nexo corruptor» que escondía 70 millones fuera de España, tras liderar junto al hombre fuerte del PSOE una trama de tráfico de influencias en el seno de su Gobierno, es tan intensa que le acompañará siempre si él mismo no es capaz de despejar las dudas que su propio comportamiento despierta. En nada contribuye a la más mínima confianza su contumacia en despachar con desprecio las preguntas sobre sus reuniones y las de su esposa con Víctor de Aldama, el Don Vito que marcará esta era de la corrupción.
Pedro Sánchez se fotografió con Aldama el 3 de febrero de 2019, tras el acto de presentación de Pepu Hernández como candidato al Ayuntamiento de Madrid en el Teatro de La Latina de la capital de España. Sánchez llevaba ya ocho meses como presidente del Gobierno y se preparaba para consolidarse en las elecciones generales que tendrían lugar en abril. El consejero de Air Europa, hoy desconcertado por la decisión judicial de encarcelarlo, compartía actividades, negocios y andanzas desde el 31 de agosto de 2018, según la UCO, con José Luis Ábalos, secretario de Organización del PSOE, ministro de Transportes y auténtica mano derecha del presidente en ese momento, aunque el corifeo gubernamental pretenda presentarlo como un elemento extraño: pero entonces eran la misma persona. La fotografía la toma, de hecho, el asesor del ministro, Koldo García, otro de los motores del escándalo al que ahora nadie conoce.
Las circunstancias que ha comprobado EL MUNDO descartan la hipótesis del encuentro casual: no se trata de un selfie improvisado con un simpatizante tras coincidir en un pasillo. No. La fotografía la hace una persona del círculo íntimo de Sánchez. Este periódico ha visitado el teatro para comprobar que no se trata de una zona de paso. En el vídeo del acto puede observarse a Aldama asistiendo en una privilegiada tercera fila, cuando otros destacados dirigentes del partido se sentaban más atrás. Al terminar, el comisionista se levanta y hace un gesto elocuente dirigido a José Luis Ábalos para verse después en un concreto punto, como si ya hubiesen quedado en ello: este detalle es determinante, porque acredita que el encuentro estaba concertado. El posado se produce cuando el público ya ha abandonado el edificio, lo que sugiere que pasaron al menos varios minutos juntos: nadie hay en el pasillo tras Sánchez y Aldama, sólo los escoltas permanecen custodiando la entrada a una zona sólo para «personal autorizado», según se lee en la puerta. Un periodista de EL MUNDO ha comprobado que se trata del acceso a los camerinos. Muy llamativamente, la cuenta del PSOE en la red social Flickr, que recoge cada uno de los eventos de Sánchez como secretario general del partido sin ninguna excepción aparente, ha descolgado este al que asistió Aldama: el calendario salta del 2 al 4 de febrero de 2019, como si el 3 no existiera. La pregunta es ¿por qué?
¿Se reunieron Sánchez y Aldama en los camerinos de La Latina? ¿Sólo esta vez o también otras? ¿Se conocían ya cuando Koldo toma esa imagen con su móvil? ¿Por qué aceptó el presidente hacerse esa foto? ¿Para qué la utilizó el comisionista de los 70 millones? ¿La necesitaba Aldama para sus negocios? Al día siguiente de esa fotografía, partió junto a Ábalos hacia México. Un informe de la Guardia Civil detalla que el viaje fue «organizado por Víctor de Aldama» con el fin de «fomentar la frecuencia de vuelos de Globalia-Air Europa en dicho país». En Oaxaca se reunieron los dos con el gobernador. Meses antes, Aldama había intercambiado mensajes con un sindicalista de ese estado mexicano: «Ya lo tengo convencido al ministro para la línea directa Madrid-Oaxaca con Air Europa» y «con el nuevo gobierno lo que se quiera y superposicionado, podemos hacer mucho». ¿Sirvió la fotografía con Sánchez a esos propósitos? ¿Tiene algo que ver esta cercanía del consejero con los patrocinios que inmediatamente después inició Globalia a las actividades de la esposa del presidente?
Todas estas preguntas son pertinentes a la vista de esta fotografía. Hace sólo unos días que el juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno ha pedido al Tribunal Supremo que investigue el «papel principal» de Ábalos en la trama, subrayando cómo «Aldama se valió de su relación con él para influir en la concesión final del rescate» a Air Europa. El comisionista reclama, de hecho, más de cuatro millones a la aerolínea por sus gestiones, que considera exitosas, y que incluirían la cita del «número 1» con su mano derecha y Nadia Calviño, y otra entre la esposa de Sánchez y el consejero delegado de Globalia, Javier Hidalgo, relatada por El Confidencial y no desmentida. El rescate fue el primero, el más rápido en tramitarse y el más cuantioso. ¿Es de recibo la ausencia de explicaciones ante esta expresiva relación de hechos? ¿Es aceptable que el presidente del Gobierno y su corifeo sigan despachando como «bulos» lo que no son sino escandalosas verdades? ¿Puede alguien creer que la imagen que hoy nos descubre Esteban Urreiztieta es inocente cuando la protagoniza quien se introdujo con tanta intimidad en el corazón del Gobierno que al mismo tiempo tenía información privilegiada de la operación de Air Europa, intentó compartir negocios con Begoña Gómez, pagaba los caprichos del hombre fuerte del PSOE, recibió en exclusiva el supercontrato de las mascarillas en la pandemia y era el nexo del Ejecutivo con la todopoderosa vicepresidenta de Venezuela? ¿De verdad alguien puede creer que la foto con el presidente es ajena a esa concatenación de asombrosas influencias?
La dimisión de Íñigo Errejón nos recuerda que en España siguen vigentes el concepto de la responsabilidad política y el régimen de la opinión pública. Es la primera en el entorno de un Gobierno asediado por los escándalos. Sánchez no padece ninguna dicotomía entre «el personaje y la persona» porque en él uno y otra están sometidos a una razón superior, que es el poder, y su espacio social está disuadido de que los maximalismos morales que él agita no tienen que ver con sus convicciones. Al presidente no se le mueve ni una pestaña por más contradictorio que sea su discurso anticorrupción. Sánchez ha conseguido que a él la hipocresía y el cinismo se le descuenten. El corifeo le repite que lo que él hace nunca es para tanto: algún día, ya lo verán, empezará a serlo.