El PP se equivoca al coquetear con una moción de censura junto a Puigdemont: el riesgo moral es enorme, y no ocurrirá
NotMid 18/01/2025
EDITORIAL
Que Carles Puigdemont se haya convertido en el centro de la política española define el estado de excepcionalidad permanente de nuestra vida pública. En España no sucede como en tantos países de la UE, donde fuerzas populistas de derecha radical amenazan el liderazgo de los partidos clásicos. Aquí la crisis estriba en que un partido netamente populista y con probados antecedentes delictivos condiciona la gobernabilidad del Estado e, incluso, las expectativas de alternancia de la oposición.
Puigdemont compareció ayer en Bruselas después del veto del PSOE y Sumar a tramitar su propuesta para que el Congreso instara a Pedro Sánchez a someterse a una cuestión de confianza. Tras alimentar durante días la amenaza de una ruptura total, consumó la farsa. Anunció que suspende sus negociaciones con el PSOE, pero al mismo tiempo reclamó una reunión urgente en Suiza para retomarlas. Asegura que pedirá elecciones si Sánchez no cumple, y que no negociará los Presupuestos Generales del Estado, pero no descarta pactar leyes sectoriales si benefician a Cataluña. Se presenta como el único de los socios de investidura que realmente puede hacer caer al Gobierno, pero a su vez rechaza participar en una moción de censura que lo permitiera.
El dirigente independentista es un oportunista decidido a exprimir al máximo la debilidad del presidente mediante un chantaje constante. Ayer quiso exhibir nuevamente su poder. Desde el país en el que se estableció huyendo de la Justicia española, tiene en vilo al Gobierno, a su rival de ERC, al PP e incluso a Vox, que se ha manifestado abierto a participar en una eventual moción de censura con Junts si automáticamente después se convocaran elecciones.
La influencia del ex president es desmedida y tiene a Sánchez como principal responsable. Ambos se necesitan mutuamente y sobre esa dependencia se asienta la legislatura. No hay para los nacionalistas un escenario mejor que el de un presidente rehén de sus escaños. Por eso, el PP se equivoca al coquetear con la idea de atraer a Junts a una moción de censura conjunta: no ocurrirá, y alimentar esa ensoñación solo genera inestabilidad y frustración en su espacio social. Sin embargo, la razón más poderosa que le obliga a descartar esa hipótesis es de orden moral. Un prófugo que intentó subvertir el orden democrático y extranjerizar a la mitad de su población no puede ser la figura sobre la que edificar, aunque sea de forma instrumental, la necesaria alternancia en el Gobierno.
La estrategia de Puigdemont es doble: por un lado, reforzarse como el líder irredento del 1-O, capaz de sojuzgar a las instituciones españolas, y, a su vez, recuperar el espacio político y económico de la antigua Convergència. Para ello se esforzará por presentar a Junts como un partido que pacta con la izquierda y con la derecha. Nuestro país necesita acuerdos entre diferentes, pero enfocados a la mayoría social y no a satisfacer la vocación excluyente de las minorías políticas.