La comparecencia pública del propio Sánchez fue la exhibición indisimulada del poder que le ha entregado a Junts
NotMid 29/01/2025
EDITORIAL
La legislatura continúa como nació: con el Gobierno en manos de Junts y con Junts en manos del Gobierno. Con una diferencia: Carles Puigdemont logró ayer una escenificación indisimulada del poder de coacción que Pedro Sánchez le ha entregado. Tras aplazar el Consejo de Ministros, fue el propio presidente quien compareció ante la prensa para anunciar su último pacto con Junts, que aprobará varias de las medidas contenidas en el fallido decreto ómnibus a cambio de dos nuevas cesiones: trocear una iniciativa que hasta horas antes había declarado introceable y, sobre todo, someterse a que el Congreso retrate su debilidad política. Con la comparecencia de Sánchez para anunciar su absoluta rectificación, nuestro país asistió a la exhibición de un presidente maniatado por un partido radical.
A cambio de su voto afirmativo a un nuevo decreto con una veintena de medidas, como la revaloración de las pensiones, la subvención del transporte público o incluso la entrega del palacete de París al PNV, Junts ha logrado que La Moncloa desbloquee desde la Mesa del Congreso la proposición no de ley para instar al Gobierno a presentar una cuestión de confianza, una iniciativa que Óscar López tachó de inconstitucional. La cesión no es nimia. La cuestión de confianza es prerrogativa del presidente, pero la votación parlamentaria sobre su conveniencia -si un nuevo giro en las negociaciones no permite a Sánchez sortearla- desnudaría la extrema debilidad del Gobierno y su constante sumisión al plácet de Junts.
Con todo, sería un error obviar que también Junts está interesado en prolongar esta legislatura, que tendrá su próximo hito en la eventual negociación de los Presupuestos. Lo sucedido ayer revela que el dirigente independentista ha cedido respecto a su impostado ultimátum. Ante la inaceptable opacidad de las negociaciones, sobrevuela la incógnita del alcance de lo acordado; pero al menos sobre el papel Junts también exigía una foto de Sánchez con Puigdemont -la «amnistía política»- y la cesión integral a Cataluña de las competencias sobre inmigración. En ese sentido, el enésimo acuerdo in extremis entre ambos socios no hace más que evidenciar una realidad ante la que convendría no taparse los ojos: no es solo Sánchez quien necesita a Junts, sino también al contrario. Unas nuevas elecciones generales podrían arrebatar a Puigdemont la posición de fuerza que le confieren sus siete escaños, con los que está siendo capaz de exprimir hasta el límite al presidente más débil de la España democrática.
Sánchez ha estado seis días culpando al PP de los efectos de su desgobierno, acusándolo incluso de querer causar «dolor social», cuando Feijóo le ofreció su apoyo si troceaba el decreto. Ayer recurrió de nuevo al discurso polarizador del muro para defender el «ruido de la democracia» frente al «silencio de las autocracias». El país continúa en manos de un Gobierno que, sustentado en una alianza imposible, avanza a golpe de cesiones, troceando ya no decretos, sino el interés general de los ciudadanos, mientras son ellos quienes pagan la factura.