NotMid 22/12/2023
OPINIÓN
ORFEO SUÁREZ
La sentencia de la UE es un golpe al sistema, en el sentido de que señala la posición de dominio de la UEFA y la FIFA, y consecuentemente, la de todo el sistema de organización del deporte, basado en el modelo federativo. No tiene el mismo efecto inmediato que la conocida como sentencia Bosman, que implicó, de inmediato, la supresión de los cupos de jugadores comunitarios en el ámbito de la UE, ya que violaban el derecho a la libre circulación de trabajadores, y, por extensión, en el resto del mundo, al verse obligada a modificar sus criterios la FIFA. Este fallo no implica la puesta en marcha inmediata de la Superliga, sobre la que no se pronuncia en concreto, pero habilita la posición de sus promotores, los sitúa en una supuesta igualdad de condiciones para negociar libremente y sin coacciones, y dificulta enormemente los vetos en un fútbol sin monopolios. Florentino Pérez tiene razones para sentirse ganador, porque todos vuelven a la casilla de salida, pero en un escenario diferente.
La UE respeta, no obstante, el marco normativo que existe en el fútbol y que ejerce el aparato de las federaciones, desde FIFA a las federaciones nacionales, pero advierte de que debe utilizarse con “proporcionalidad”. De la lectura de la sentencia se deduce que ejercer un veto en competiciones europeas o nacionales a quienes se adhieran a la Superliga no sería proporcional. Tampoco esa opción fue incluida en la nueva Ley del Deporte española, como era deseo de la Liga que preside Javier Tebas, gran opositor en España a la Superliga.
LOS CLUBES BRITÁNICOS Y EL BREXIT
Cabe reseñar, sin embargo, que el marco de la UEFA es mayor al de la UE, con 27 países miembros. ¿Qué sucedería entonces con las ligas de los países que no están sometidos al derecho comunitario tras el Brexit? Ello es especialmente significativo en el caso de la Premier, sin cuyos principales clubes el proyecto de la Superliga estaría claramente descafeinado. El Gobierno británico reiteró, tras conocerse la sentencia, su intención de crear una ley anti Superliga. Más complejo resultaría, después de este fallo, para la Serie A italiana, LaLiga o la Bundelisga, al regirse sus competiciones por las normativas de sus federaciones nacionales, asociadas de la UEFA.
Son interrogantes que se abren a partir de ahora, aunque, como sucedió con Bosman, UEFA y FIFA se apresurarán a hablar con la UE para modificar aquellas normas que les permitan cohabitar con el derecho comunitario sin perder su poder, basado en lo que llaman la “pirámide del fútbol”. Ya lo han hecho con anterioridad, no sólo por el caso Bosman, sino también en referencia a la limitación del derecho a la libertad de expresión, a propósito de la polémica de las banderas independentistas en el Camp Nou. En ese episodio se avanzaron a la decisión del TAS, una especie de corte suprema del deporte. La pirámide, sin embargo, es una construcción jurídica, organizativa, que agrupa a todo el fútbol oficial, no un modelo económico sobre el que no puede existir monopolio alguno. La magia estaría en desarrollar ese modelo e insertarlo dentro de la pirámide con su propia autonomía económica. Difícil.
LOS ODIOS PERSONALES
Antes de la sentencia, el CEO de la Superliga, Bernd Reichart, ya avanzó que la competición se preparaba para ofrecer un nuevo modelo que respetaría la promoción deportiva y acogería a 64 equipos. En realidad, eso no sería una Superliga elitista y cerrada, sino una réplica de la Champions con gestión privada y mejor distribución del dinero. Ese modelo es más amenazante para la UEFA que el anterior, porque tendría más clubes adeptos. De hecho, la estrategia empezará esta vez por la clase media, dada la oposición expresa de algunos de los grandes equipos, como Bayern, PSG, Atlético o Manchester United. El organismo europeo ya anunciado, sin embargo, una modificación de la Champions actual que también significaría más reparto de las ganancias con un posible patrocinio de Qatar. Nasser Al-Khelaifi, presidente del PSG y de la ECA, es uno de los aliados de Aleksander Ceferin y opositores al proyecto de la Superliga.
El golpe al sistema no significa acabar con el sistema, que volverá a adaptarse, como ya deja entrever la UEFA. La inserción de una competición privada dentro de la pirámide, a semejanza de la Euroliga de baloncesto, topa en este caso con la “joya de la corona” de la UEFA, que es la Champions. El mensaje de la UE es corrector, no rupturista, e invita a los acuerdos y a la cohabitación, pero los personalismos y odios africanos entre los virreyes del fútbol, Florentino, Ceferin, Al-Khelaifi o Tebas, impide, por ahora, acercamientos hacia un modelo que devuelva a los clubes buena parte de lo que es suyo, en dinero y en gestión de la competición, pero sin romper con el imperio, con Roma. No por ahora. Joan Laporta no tiene tantas animadversiones y es el que más podría ganar en la apuesta. O eso piensa. Ni deuda, ni sanción por el caso Negreira y con el contador a cero en la Superliga, sin complejos por las Copas de Europa del Madrid.