La primera ola de contagios sin el yugo de la política de Covid cero está desbordando el sistema sanitario del gigante asiático
NotMid 27/12/2022
ASIA
La anciana del abrigo verde se balancea hasta tres veces en la silla antes de caer desmayada al suelo. Su hijo, que lleva un goteo intravenoso en el brazo, se arrodilla junto a ella y trata de levantarle la cabeza mientras grita pidiendo ayuda. Dos sanitarios, vestidos con el traje protector blanco y con una visera que cubre sus rostros por encima de las mascarillas, salen corriendo a por una camilla donde acuestan a la señora y la llevan rápido a Urgencias.
En ese momento, hay otro hombre muy mayor sobre una camilla que no para de retorcerse de dolor. Su hija, nerviosa, da vueltas por la habitación porque llevan dos horas allí esperando y nadie les atiende. El señor tiene fiebre alta y una fuerte presión en el pecho. Eso es lo que la hija repite una y otra vez a la trabajadora que está tras un mostrador y que va repartiendo los turnos para las consultas. «No podemos hacer nada más. Los médicos ahora están desbordados y la sala de emergencias está llena, tenemos órdenes de enviar allí sólo a los pacientes que estén más graves», le responde.
Por la puerta no paran de entrar personas con Covid. La gran mayoría son ancianos acompañados por sus hijos, también infectados. Aunque hay alguna paciente más joven como Maggie (28 años), quien, después de tres días en cama con más de 39°C, ha decidido ir al hospital porque necesita algún medicamento para bajar la fiebre y en las farmacias es imposible encontrarlo. Para casos como el suyo, en Shanghai se han habilitado 2.600 clínicas de fiebre: centros donde los enfermos que no presenten síntomas graves pueden pasar consulta y recibir tratamiento, y así no abarrotar las urgencias de los hospitales.
CENTROS DESBORDADOS
Después de un paseo matutino por ocho clínicas de fiebre repartidas por el centro de Shanghai, todas desbordadas, nos quedamos en la que han abierto en la entrada del gigantesco Huadong Hospital, uno de los hospitales más grandes de la capital financiera de China. La clínica está justo al lado de la entrada de emergencias, donde a media mañana se ha formado un atasco con cuatro ambulancias que han llegado prácticamente a la vez y que no encuentran ningún lugar donde poner a los pacientes postrados que traen. Dentro, decenas de enfermos están hacinados en camillas por los pasillos. Esta escena recuerda mucho a la situación descontrolada que había en los hospitales durante el primer brote en Wuhan, en enero de 2020, o a la sacudida que provocó en casi todos los países la primera ola de contagios al principio de la pandemia.
«Si es por síntomas de Covid, no hay espacio para más ingresos. Muchos pacientes están repartidos por toda la planta asistidos con respiradores. Es mejor esperar en la clínica de fiebre para que un médico decida si es necesario o no ir a Urgencias», dice el vigilante que está en la puerta de emergencias a un hombre desorientado que arrastra a su madre en silla de ruedas.
Después de tres horas de espera, la veinteañera Maggie al fin ha conseguido que un médico le extienda el certificado que necesitaba para que en la farmacia del hospital le vendan paracetamol. «Todo el mundo que conozco ha pillado el Covid en los últimos 20 días», detalla la joven.
En Shanghai, algunos expertos estiman que, a finales de esta semana, más de la mitad de los residentes de esta megaurbe de 26 millones de personas ya se habrán contagiado. Pero es imposible cuantificar los positivos reales desde que el Gobierno chino anunció a principios de mes que ya no era necesario hacerse una prueba PCR cada 72 horas en las cabinas a pie de calle habilitadas para ello, ahora reconvertidas muchas de ellas en clínicas de fiebre que funcionan como consultorios rápidos donde se recetan medicamentos básicos.
El domingo, las autoridades sanitarias chinas dijeron que dejarían de publicar el parte diario de contagios como habían estado haciendo los últimos tres años. Ya no tenía sentido porque no era creíble: a nivel nacional se reportaban unos pocos miles de nuevos positivos cada día mientras que los gobiernos locales de algunas ciudades como Qingdao, en la costa este, hogar de 10 millones de personas, hacían sus propias estimaciones señalando que sus infecciones diarias rondaban el medio millón. O provincias como Zhejiang, en el sur, con más de 57 millones de residentes, anunciaban que los positivos cada 24 horas superaban el millón.
FUNERARIAS REPLETAS
La realidad que se vislumbra sobre el terreno es que la primera ola de contagios sin el yugo de la política de Covid cero está desbordando el sistema sanitario, dejando muchas más muertes de las que las autoridades reconocen. En los propios medios chinos salen estos días testimonios de trabajadores de funerarias confirmando el incremento de muertos, aunque, a nivel oficial, China diga que lleva seis días sin reportar ninguna muerte por Covid. Las autoridades sanitarias anunciaron la semana pasada que sólo las muertes provocadas por neumonía e insuficiencia respiratoria debido al Covid se clasifican como defunciones por el virus, pero no las causadas por enfermedades subyacentes de pacientes que fueran positivos.
Por la noche hay más movimiento en la clínica de fiebre y en las urgencias del Huadong Hospital. Un trabajador dice que han desviado la llegada de ambulancias a otros centros y que están demandando más donaciones de sangre. La ola de contagios mantiene alejados a los donantes mientras que otros dejan de ser elegibles después de dar positivo. Incluso se ha pedido en muchos hospitales que se pospongan las cirugías que no son prioritarias y que requieren transfusiones por la escasez de suministros que empiezan a tener los bancos de sangre.
Los hospitales cada vez sienten más presión mientras que las calles de grandes urbes como Shanghai y Pekín, apagadas durante la semana pasada, comienzan a reiniciarse lentamente porque estas ciudades van aprendiendo a convivir con el virus después de que gran parte de sus residentes hayan pasado el Covid.
Agencias