Los soldados de Zelenski machacan a las tropas de la Z en su huida. La Federación Rusa sufre la peor derrota de su historia
NotMid 11/11/2022
MUNDO
Con banderas, lágrimas y tiros al aire se celebra en el centro de Jersón la derrota militar más contundente de la historia de la Federación Rusa. Los pocos civiles que se han atrevido a permanecer en la ciudad y que no han sido deportados por Moscú salían al medio día a recibir a las primeras tropas liberadoras. La ocupación, al menos en la única capital que los rusos consiguieron ocupar, ha terminado.
A media mañana del viernes aún se combatía en muchas zonas de la orilla oeste del Dnipro, señal de que quedaban bolsas rusas de resistencia, sobre todo en torno a Nova Kajovka. Ucrania hacía prisioneros a buen ritmo y llevaba el pánico a las filas rusas en retirada. Igor Girkin, coronel ruso y ex ministro de Defensa de la pseudorrepública de Donetsk, aseguraba que las “imágenes que van a verse deberían tumbar esta misma tarde a Vladimir Putin”. Sergei Shoigu, ministro de Defensa ruso, aseguró por la mañana que la maniobra de retirada había terminado “sin bajas”. Se trata de otra mentira de consumo interno para aplacar la inevitable reacción de los ultranacionalistas, que ya no se esconden. Putin ordenó televisar la orden de los uniformados para que la responsabilidad recayera en ellos y no en el propio caudillo.
“La maniobra de retirada ordenada es una de las más difíciles de realizar en medio de una guerra, incluso para un ejército motivado y bien liderado”, como recuerda el general australiano Mick Ryan. No es el caso del ruso. Esta noche las tropas de la Z han sufrido una de las jornadas más duras en lo que va de invasión. La orden de repliegue, teatralizada en televisión por el ministro de Defensa ruso y su comandante en Ucrania, ha sido un desastre militar. Se dieron dos cuellos de botella con miles de soldados intentando huir al otro lado: uno en Nova Kajovka y el otro junto a la propia capital.

El jueves, con la caída de la noche se multiplicaron los ataques ucranianos de larga distancia contra los puntos de embarque en el río y lo que quedaba en pie de los puentes de cruce, en especial el puente Antonivski y su gemelo ferroviario, que transcurre en paralelo. Algunas unidades rusas acababan de recibir, según sus propios canales de Telegram, la orden de repliegue. De 18.000 a 22.000 militares rusos permanecían a esa hora en la orilla oeste del río a la espera de cruce mientras el ejército ucraniano avanzaba rápido hacia la capital y la presa de Nova Kajovja.
En ese momento, cuando el cielo se iluminó por los ataques con misiles Himars, comenzó el caos. Sin apoyo aéreo y de artillería, algunas cuentas militares rusas hablaron de “infierno” y “masacre” en las zonas de embarque y describieron escenas de caos en la huida, con oficiales disparando a todo aquel que trataba de alcanzar las embarcaciones por su cuenta, incluso las que van llenas de heridos. Los misiles primero y la artillería después, machacaron las posiciones rusas durante horas. Cuando muchos militares de la Z aún permanecían en el lado oeste sin haber evacuado con las primeras luces del día, Rusia voló definitivamente los puentes, lo que contribuyó mucho más al pánico. Algunos soldados huyeron a pie, bajo el puente. Otros miles trataban de hacerse hueco en alguna de las embarcaciones, muchas de ellas de recreo, que salían hacia la otra orilla.
Atrás Rusia deja su habitual tierra quemada y montañas de material bélico abandonado. Cada aldea que Ucrania ha liberado es un polvorín lleno de munición que, a buen seguro, se usará pronto contra sus antiguos dueños. Además, y a diferencia de anteriores ofensivas, en este caso los blindados y otros vehículos pesados no contaban con puentes sólidos para ser llevados a la otra orilla. Con los pontones bajo el fuego, muchos vehículos han quedado tirados en la orilla. Ahora queda el desminado de ciudades, bosques y caminos, así como la investigación de los crímenes de guerra, las cámaras de tortura y las fosas comunes que han acompañado al ejército ruso en su brutal desempeño en Ucrania.
Hasta el ministro de Defensa ucraniano, Oleksi Reznikov, reconoció que esperaba que Rusia tardara al menos una semana en evacuar la orilla izquierda, no que lo hiciera en tan poco tiempo y con una operación tan anárquica. El avance ucraniano por carreteras vacías, sin una línea que aguante la retirada, es un ejemplo del caos y la pérdida de disciplina.


La guerra continúa y esta victoria liberará tropas ucranianas para intentar, quién sabe, el último movimiento de la guerra, la ofensiva anunciada que acabe de cortar el corredor terrestre entre el Donbás y Crimea. Todo un “Game Over” que llevaría a Rusia directa a la mesa de negociaciones pero en una posición de debilidad. Ese es hoy el objetivo de Kiev y de sus aliados.
¿Qué queda del ejército ruso? Es difícil saberlo. La estrategia de corrosión del ejército ucraniano ha funcionado. La moral, que está por los suelos, no va a subir con el frío del invierno, más bien caiga bajo cero. El liderazgo es hoy inexistente, mientras que los objetivos, ya de mínimos, cada vez son más difusos, como en realidad lo era el casus belli de una guerra en la que se empeñó la élite putinista. La propaganda rusa y asociados a sueldo también han sido derrotados: nunca han manejado el relato y se han movido en una burbuja de fantasía en la que la OTAN y un supuesto gobierno de nazis ucranianos satánicos, cocainómanos y con ideología LGTBI tenían la culpa de todo. Suena a broma, pero ellos lo decían en serio.
Zelenski celebró la victoria en Twitter, como a esta hora hace toda Ucrania, sabiendo que es un paso más hacia el final de la guerra, con un Putin acorralado y sin nada que ofrecer parecido ni siquiera a una victoria pírrica. Ni la población rusa le pidió jamás que conquistara Jersón ni le va a reclamar el haberla perdido, pero lo que sí pasará factura son los ataúdes metálicos que ya llegan a cientos todos los días a los 10 husos horarios del país más grande del mundo.
Agencias