‘El tratado de las buenas maneras’ de Ussía fue uno de los libros más vendidos para una generación. Los nuevos tiempos exigen una actualización en la batalla entre “lo bien” y “lo mal”
NotMid 19/02/2023
OPINIÓN
EMILIA LANDALUCE
Uno de los libros más vendidos de los 80 y 90 fue el Tratado de las buenas maneras de Alfonso Ussía en el que, más que mostrar el clasismo existente en ciertos estratos sociales, se reía de las manías de la gentebiendetodalavida cuyos miembros a veces suelen pasarse de estirados y de solemnes. Un poco, salvando las distancias, lo que hacía Nancy Mitford con sus listas de U/non U.
Ejemplos: Ussía explicaba que la gente bien no decía tener «la regla» ni «bragas» (simplemente no existen, hagas lo que hagas); tampoco iban al «servicio» (sino al cuarto de baño) ni decían críos (mejor: niño, niñas, ¿niñe?).
Ahora hay que pensar que la gentebién cada vez está más tiesa y que los tiempos han cambiado. ¿Qué es bien ahora y qué es mal?
Algunas ideas que, si bien no son dignas del ingenio de Ussía, quizás le animen escribir una nueva edición de un libro que le demandan sus lectores más fieles en estos tiempos inciertos.
Un solo apunte. La gentebién no se refiere a los suyos como «pijos» sino como «gente normal como nosotros». Porque, ante todo, una de las cosas que siempre se han considerado mal es mostrar -como le dijo el duque de Alba a Franco cuando no quiso que Carmencita se pusiera de largo con Cayetana– que «todavía hay clases». O que se tiene dinero.
-Presumir de usar un coche eléctrico. Sobre todo si se hace con la superioridad moral de las beatas cuando veían una chavala en minifalda. Comprarse un coche eléctrico es un lujo casi inaccesible para la mayoría de la población. Cuenta The Wall Street Journal esta semana que este tipo de vehículos ya está en el punto de mira de la mayoría de los activistas climáticos por lo que supone para el medio ambiente la extracción de los materiales para la fabricación de sus componentes. Mejor, fardar de Ferrari.
-Jactarse de ir en bicicleta en las grandes capitales. Ayer contaba El País que en Países Bajos y Francia querían pagar 800 euros a los ciudadanos que vayan a trabajar en bici. Como si eso estuviera al alcance de cualquiera y (más grave) de a quién más falta le hacen esos 800 euros anuales. Eso es porque los afortunados a los que se les va a dar ese dinero viven en el centro, en pisos carísimos y por donde pasan cientos de autobuses al día (y con parada de metro cercana). La gente que vive fuera de la ciudad no tiene esa suerte.
-Quejarse del frío. Se decidió limitar las calefacciones a 19 grados porque el las temperaturas del pasado verano fueron «las más altas de la historia». También éste iba a ser el invierno más cálido.
-No permitir que se empiece a comer por hacer fotos de los platos para las redes sociales. Estás deseando hincar el diente y tras aguantar la chapa sobre en qué orden comer una tabla de queso, no puedes proceder por la fotito de marras. Incluso con una tapa de oreja pasa lo mismo.
-Dar un braguetazo. Casar a un hijo/a con un rico al que le han concedido alguna subvención de los fondos europeos (eso es lo que está ahora de moda): mi consuegro es una «persona que tiene mucho mérito»
-Ponerse solemne con ‘los valores del deporte’. Aquí habría que poner ser del Barça, pero no parece pertinente. Si embargo, hay que recordar que pocas entidades deportivas han presumidos más de valors y de «mear colonia» que el Barça de Negreira.
-Sí/no. Con toda esta ley de Irene Montero nadie lo tiene claro. Si es sí pero también puede ser no si nos coge desprevenidas o hay alguna presión. Mejor, para no crear equívocos ni engorros digamos «fóllame ya» y de paso se rinde homenaje a Susana Estrada. Además, seguro que decir fóllame pone más al otro.