La actitud más imperdonable no es la del aguafiestas, es la del agorero
NotMid 28/12/2023
OPINIÓN
DAVID JIMÉNEZ TORRES
Soy consciente de que, en estas fechas, la actitud más imperdonable no es la del aguafiestas; es la del agorero. Pero realmente cuesta recordar un año que parta con tan malas perspectivas como 2024. Por mucho optimismo navideño que uno quiera echarle, no se atisban motivos para pensar que todo aquello que nos consternó en 2023 se corregirá en los próximos 12 meses. Es más probable que todo vaya a peor.
Repasemos: en noviembre se celebrarán elecciones presidenciales en EEUU. Salvo sorpresa, los candidatos volverán a ser Joe Biden y Donald Trump. La posibilidad de que el primero siga gobernando no ilusiona a nadie; pero es que, además, las encuestas dan muchas opciones de victoria al segundo. El regreso a la Casa Blanca del dirigente más corrosivo e irresponsable de las últimas décadas agravaría la ya considerable erosión de las instituciones norteamericanas y tendría importantes repercusiones internacionales; supondría, por ejemplo, el fin del apoyo estadounidense a Ucrania. El colofón al sufrimiento y el heroísmo de ese país sería, así, la negociación de una paz desfavorable que amenazaría su viabilidad como Estado independiente y reforzaría las ambiciones y la influencia internacional de Putin.
Se puede extender esta mirada pesimista sobre la tensión y las violencias en Oriente Próximo. Incluso si miramos más allá del coste humano, es muy posible que la ofensiva israelí en Gaza no obtenga la ansiada seguridad para sus ciudadanos. La destrucción de Hamas no resolverá el problema de los asentamientos en Cisjordania, ni las reivindicaciones del retorno de los refugiados, ni la actitud de Irán o de otros vecinos, ni cualquiera de las demás raíces profundas del conflicto árabe-israelí. En el horizonte no aparecen soluciones, sino solo una ampliación del dolor y la incertidumbre.
Comparado con todo esto, cualquier problema que tenga España parece insignificante; pero no dejemos de constatar el nefasto panorama al que se enfrenta nuestro país. Nada indica que en 2024 se vayan a corregir la polarización social, los choques institucionales o la degradación de nuestra democracia. Lo más probable es, precisamente, que estas dinámicas se agudicen. Así pues, ¿qué hacer con unas perspectivas tan desalentadoras? Por ahora, podemos olvidarlo todo hasta el uno de enero.