Los jóvenes no quieren abandonar Europa, pero no les gusta cómo funciona. Dan la democracia por sentada, no esperan un futuro mejor y sospechan que los políticos pasan de ellos
NotMid 18/06/2024
OPINIÓN
RAÚL DEL POZO
En la UE, el centro se mantiene pero está rodeado de la insurrección populista. Es el contra-mayo de París y Madrid, donde los jóvenes han estremecido los cimientos del balneario porque no tienen donde dormir. La derecha dura avanzó en los cuatro países donde triunfó el fascismo: Alemania, Austria, Italia y Francia. Hay un giro, por ahora resistible, hacia la extrema derecha. No sé si será que cuando llega el peligro nadie quiere verlo o que temen más a la izquierda woke reaccionaria, identitaria y nacionalista, pero el caso es que millones de jóvenes, agricultores y ciudadanos contrarios a la emigración han votado a las siglas ultras en la UE cuando se necesitan chóferes marroquíes, pastores rumanos y médicos venezolanos.
Los jóvenes ya no votan verde con sus novias. No quieren abandonar Europa, pero no les gusta cómo funciona. Dan la democracia por sentada, no esperan un futuro mejor y sospechan que los políticos pasan de ellos. Enganchados a TikTok, ganan poco y mal. Temen las emigraciones descontroladas, que es lo que está cambiando el mundo. No tienen miedo al pragmatismo de Meloni, que ocupará 25 asientos en el Parlamento Europeo y está de moda porque ha logrado que la turbulenta Italia sea un país estable. Tampoco parecen temer el viejo antisemitismo de la familia Le Pen, que Marine rechazó.
La monarquía republicana les tomaba el pelo. Amenazaba con el voto en la primera vuelta pero luego votaba en contra. Recordaba la gesta de De Gaulle, que llegó a decir: «Hace mil años que Francia está muerta». Y luchó contra Hitler. Pero ahora duda hasta la derecha gaullista. Está tan acobardada que ha invocado el mensaje integrista de Charles Maurras, mientras Marine Le Pen declara que está preparada para gobernar.
Las corrientes de opinión han desembocado en la riada de la contrarreforma política, una ascensión de la derecha nacionalista apoyada en la erupción de descontento provocada por el miedo, esa emoción tan poderosa que les lleva a buscar un refugio fortificado. Han encontrado en las redes el grito de Oriana Fallaci: «En lugar de campanas encontraréis muecines; en vez de minifaldas, el chador; en vez de coñac, leche de camello». Una derecha acobardada y una socialdemocracia en peligro -hasta el canciller alemán ha sido derrotado- temen más el peligro islamista que el de la extrema derecha.