Vivimos en una sociedad que va a tener síndrome postvacacional hasta que alguien se ocupe en hacerle la vida más fácil en lugar de torturarla con chorradas progresistas
NotMid 03/09/2022
OPINIÓN
FÉLIX DE AZÚA
esulta que ahora, si vuelves de las vacaciones de mal humor, apático, con un odio africano hacia tus jefes, sin ánimo para hacer nada, lúcido sobre la inutilidad de tu trabajo y más lúcido aún sobre la inutilidad de nuestras enteras vidas, resulta que tienes «síndrome posvacacional». Es estupendo esto de poner un nombre bombástico a cualquier bobada para empezar a llenar el tiempo de las radios, el espacio de los diarios y las cabezas huecas necesitadas de algún clavo al que agarrarse. No es que estés hasta las cejas de la charlatanería de los políticos o de la inutilidad de nuestras instituciones, no es eso, es que sufres «síndrome posvacacional».
Estas monadas lingüísticas siempre me recuerdan a aquellos científicos del renacimiento que, preguntados por la causa de que las semillas del opio adormecieran, contestaban con gesto condescendiente: muy sencillo, amigo mío, porque tienen virtus dormitiva. De la misma manera, no es que choquemos contra la estupidez de nuestras vidas contemporáneas, es que tenemos síndrome posvacacional a lo largo de todo el año. Y del siguiente.
Varias son las razones para sentirnos abatidos. Una y quizás la principal es que aquellas personas a las que pagamos unos sueldos enormes para resolver nuestros problemas sólo resuelven los problemas de sus familias, de sus amigos, de sus compinches de partido y de la clientela necesaria para hacerse con el sillón de oro.
Cojan ustedes un solo ejemplo. El tren de Renfe que estuvo a punto de morir achicharrado con todos los viajeros en su interior resulta que cayó en medio de un pavoroso incendio sin que nadie le avisara. Si en lugar de un incendio hubiera sido un elefante cruzado en la vía o un puente derribado por los terroristas, habría sido lo mismo. No sólo absolutamente nadie entre los que cobran millones de las instituciones públicas se había preocupado de saber por dónde iba a pasar el tren, sino que la pobre maquinista que por fin salvó a todos los pasajeros iba sola, sin ayudantes, sin revisores, sin auxiliares, sin nada de nada. Bueno, pues todavía no ha dimitido nadie, lo cual quiere decir que al gobierno le importa una higa que se achicharre un tren entero.
Eso ha de ser, porque sus señorías y los múltiples altos cargos que Sánchez ha ido repartiendo entre sus amigos por todas las instituciones españolas estaban en ese momento remojándose en la piscina con un daiquiri en la mano. Dios los confunda.
«Txapote y Parot están ahora en sus hoteles subvencionados del País Vasco, cuidados por masajistas del PNV»
El nuevo curso político se estrena con los premios de Sánchez a dos de los más sanguinarios asesinos que ha dado el terrorismo vasco. Txapote y Parot están ahora en sus hoteles subvencionados del País Vasco, cuidados por masajistas del PNV y arrullados por los delicados fanáticos de Bildu que les cantan canciones vascongadas para que concilien el sueño.
En fin, vivimos en una sociedad que va a tener síndrome posvacacional hasta que alguien se ocupe en hacerle la vida más fácil en lugar de torturarla con chorradas progresistas.
Félix de Azúa (Barcelona, 1944) es escritor, doctor en Filosofía y catedrático de estética. En junio de 2015 fue elegido miembro de la Real Academia Española.