NotMid 24/11/2022
OPINIÓN
Las multinacionales del streaming están a punto de reventar la taquilla, aunque esta vez es la de Hacienda. Y lo van a hacer gracias a un Gobierno empeñado en cargarle «a los ricos» la factura de la austeridad a la que obliga la amenaza de recesión que planea sobre el bolsillo de los vulnerables.
El problema es que parece que entre esos ricos hay clases. Están los bancos y las empresas energéticas, a los que les ha tocado una tasa que genera dudas hasta en el FMI al no gravar beneficios sino ingresos (sin tener en cuenta los costes y el perjuicio a sus resultados). Y están gigantes audiovisuales como HBO Max, Disney o Netflix, a los que en cambio les ha tocado un extra en la lotería fiscal gracias a una maniobra de millonario destope que PSOE y Podemos han colado con el nuevo impuestazo bancario y energético.
El plan para atraer inversiones de la industria del cine y la televisión contempla el mismo límite existente a las deducciones por serie extranjera producida en España: 10 millones. Pero los adscribe al episodio y no la temporada entera, lo que dispara las ventajas tributarias de estas compañías, algunas de las cuales tributan en Luxemburgo o Países Bajos. No es censurable incentivar fiscalmente la inversión, pero sí discriminar entre sectores buenos y malos al albur de las obsesiones ideológicas de La Moncloa.