La isla se ha convertido, crecientemente, en un centro de interés por parte de Occidente, al cual los chinos lo comparan con el papel que cumplió el país recientemente invadido por Rusia
NotMid 04/08/2022
OPINIÓN
RICARDO AUER
Con la visita a Taipei de la presidenta de la Cámara de Representante de EEUU, Nancy Pelosi, terminan de confirmarse nuestras apreciaciones, que los demócratas de EEUU están interesados en acelerar el conflicto con China, para no darle más tiempo a su consolidación y crecimiento económico. Muchos referentes norteamericanos consideran que este viaje puede ser considerado completamente imprudente, peligroso e irresponsable y que solo estaría diseñado para favorecer políticamente al gobierno demócrata de Biden, generando tensión con un enemigo externo para favorecerse electoralmente. Confirma también que debilitar a Rusia mediante una guerra Proxy, era parte de una larga maniobra estratégica contra el desafiante poder de China.
En la inteligencia que esta provocación podría significar, la estrategia global de Beijing comenzó a modificarse a partir de la guerra entre la OTAN y Rusia. A inicios del 2022, China estaba a la defensiva y su estrategia a largo plazo se sustentaba en su crecimiento económico en orden de superar a EEUU y así expandir en forma natural su influencia global. Trataba de evitar cualquier conflicto armado inmediato; la reunificación de “su” provincia de Taiwán se produciría a la larga por su propio peso.
Ese escenario ha cambiado y China está introduciendo un nuevo factor de tensión internacional.
Independientemente de cómo se interprete el resultado de la guerra en Ucrania, el propio entorno asiático se ha vuelto más complejo y hasta peligroso para todos. EEUU y Gran Bretaña han reiterado que su conflicto principal es con China y además de instrumentar alianzas militares (AUKUS), prometen “ayudas económicas” a diversos países para “compensar” las avanzadas económicas chinas. Japón se está fortaleciendo militarmente, mientras Taiwán se ha convertido, crecientemente, en un centro de interés por parte de Occidente, al cual los chinos lo comparan con el papel que cumplió Ucrania en relación a Rusia.
Viendo lo acontecido con Rusia, tampoco China quiere que se la limite o enclaustre (militar, tecnológica y diplomáticamente) en su propio territorio. Ahora está convencida de que EEUU está instrumentando una estrategia de contención global, al estilo de la que oportunamente se hizo con la URSS. Vincular directamente la invasión de Ucrania con la “seguridad” de Taiwán, ha sido para los chinos una provocación relacionada con dicha estrategia. Beijing observa que el empuje hacia el Este de la OTAN en Europa, se parece demasiado a la continua organización de coaliciones de seguridad en el Indo-Pacífico, para cercar a China, respondiendo a la concepción estratégica expansiva de EEUU. Siendo percibida como una interferencia occidental a sus planes, Beijing les responde, reanudando nuevamente la ofensiva.
De ahora en más, aplicarán con más énfasis sus conceptos de guerra irrestricta, en todos los sectores donde puedan influir, fundamentalmente el diplomático y el económico, sin descartar el militar directo, que podría realizar a través de sus aliados (¿Corea del Norte?, ¿Pakistán?). Si bien su imagen ha retrocedido en la opinión pública de Occidente, por su apoyo a Rusia, Beijing sigue teniendo amplia receptividad en el “Sur global”, por su asistencia financiera a proyectos de desarrollo y también por su mensaje diplomático de lograr un mundo más “multipolar”. También utilizará su gran “poder de compra”, atrayendo, entre otros, a los países petroleros del Golfo, tal vez por iniciativa de ambas puntas.
La propuesta china del GSI, “iniciativa de seguridad global”, propone un nuevo marco estratégico para lograr mayor estabilidad regional y global y tiene la clara intención de socavar la confianza en que EEUU, cada vez “más volátil e impredecible”, pueda seguir siendo el único garante internacional; acusa a EEUU de mayor agresividad global, como compensación por su declive económico y su inestabilidad política interna. Beijing quiere competir con EEUU en definir un nuevo modelo de seguridad global, es decir, cómo debería ser el nuevo orden internacional que surja después de la guerra en Ucrania. Como mínimo, China pretende disuadir a otros países para que no se unan a bloques económicos o militares liderados por EEUU, cuyos objetivos sean contener o cercar a China.
China también intenta expandir bloques más cercanos a sus posiciones. Lo primero sería fortalecer a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) como un bloque global alternativo al QUAD o el G7/G20. En la última reunión de BRICS se ha invitado a numerosos líderes de países muy diversos: Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Turquía, Argentina, Irán, Camboya. Casi inmediatamente después, Argentina e Irán solicitaron oficialmente unirse al grupo BRICS. Se debatió sobre las nuevas tecnologías y de crear una “nueva moneda de reserva mundial”, en un claro intento de desvincularse del dólar como moneda de transacción comercial y de reserva.
Todas las últimas acciones vienen a confirmar una tendencia hacia un escenario de mayor alineación estratégica entre Rusia y China, con el acompañamiento de Irán; todos opuestos al liderazgo unilateral de EEUU. Pero también buscan el acercamiento de países “no tan alineados”, como Pakistán o Arabia Saudita, que podrían generar ciertas simpatías entre otros países musulmanes, por medio de la Organización de Cooperación Islámica y el Consejo de Cooperación del Golfo.
China se ha manejado hasta ahora en el campo diplomático y económico, pero no descuida el tema militar, ya que va asumiendo que sus legítimas preocupaciones de seguridad nacional no son tomadas seriamente por EEUU y sus aliados, por lo que es probable que China despliegue y utilice su fuerza militar, como lo ha hecho Rusia, para demostrar su determinación de ser una gran potencia, con todas las letras. De hecho, el Ejército Popular de China está realizando frecuentes ejercicios aéreos y marítimos cerca de Taiwán, un modo claro de “marcar territorio” para poner a prueba las defensas de Taiwán. Tanta actividad de desgaste podría ser la señal emitida por Xi para indicar que podría estar en la previa de una acción sobre Taiwán, como lo es el movimiento de miles de soldados y tanques en la provincia de Fujian frente a la isla.
La presencia de Pelosi activó varios simulacros con “fuego real” en múltiples áreas, incluso dentro de las aguas reclamadas por Taiwán, así como un masivo ataque cibernético sobre las plataformas taiwanesas. Son indicios de que se están modificando las actitudes chinas. Podría ser un error ignorar las advertencias de China y sus amenazas de acción militar porque hasta ahora no pasaron a mayores. Los tiempos pueden estar cambiando.
Pareciera que la tensión internacional se trasladó de Ucrania a Taiwán, isla que, para Occidente, tiene varias facetas que, en este contexto de “frenar” a China, adquiere una importancia vital: por su ubicación geográfica es un “impedimento” para que China adquiera el control marítimo absoluto de las aguas por el que pasa el grueso de su comercio exterior y casi un 25% del tráfico marítimo mundial. Taiwán tiene, además, reservas de gas y petróleo sin explotar; todas serían ventajas para China, si pudiese ser incorporada a su dominio. China no quiere ser encerrada en la isla euroasiática por los poderes atlantistas. China tiene en su frontera oeste a su gran rival asiático, que ya lo superaría en población, la India.
Al este está Japón y Corea del Sur. Al norte está Rusia, que inevitablemente necesita tener de aliada. Su expansión al sur está limitada no solo por Taiwán, sino por las características nacionalistas de varios países “no alineados”, como Vietnam, Indonesia, Filipinas y por otros aliados de EEUU. Esto obliga a China a proseguir con más intensidad su guerra irrestricta contra EEUU y sus aliados.
Taiwán tiene 32 millones de habitantes, con un PBI per cápita de USD 25.000, contra una China con 1.400 M y USD 10.500, respectivamente. Es una molesta comparación de imágenes entre dos modelos de desarrollo. Los habitantes de Taiwán no aceptarán incorporarse a China, dado lo ocurrido con las libertades individuales en Hong Kong.
Taiwán manufactura productos tecnológicos estratégicos vitales para Occidente; entre ellos el 60% del total mundial de microprocesadores, cada vez más usados en productos masivos. Una alerta de la delicada situación internacional ha sido la decisión de EEUU de comenzar a instalar dentro de sus fronteras varias fábricas de los chips más sofisticados.
EEUU es el proveedor principal de los modernos sistemas de armas que posee Taiwán, aunque con algunas limitaciones para “no enojar” a los chinos, pero los taiwaneses se las arreglaron para desarrollar sus propias armas. Una asimilación pacífica en el corto plazo sería totalmente imposible, pero de cualquier manera no se vislumbra una invasión china, ya que tendría un altísimo costo de muertos y, por lo tanto, la actual imagen proyectada de país pacífico, caería abruptamente.
China no la tiene fácil. Las inversiones de Occidente se están retirando desde hace tiempo. Desde la época de Trump comenzaron a relocalizarse Adidas, GM, Nike, Apple y Caterpillars, comenzando así el proceso de Globalización Restringida. En 2021 se fueron inversiones por USD 129.000 M, cuando Beijing no respetó los pactos por Hong Kong. Este año, luego de su apoyo a Rusia, saldrían USD 300.000 M. La quiebra del gigante inmobiliario Evergrande por USD 300.000 M produjo una crisis inmobiliaria, que profundizó el freno a la economía china (8,1% en 2021 y se estima menor a 4% en 2022). Muchas multinacionales occidentales mudaron sus instalaciones a otros países como Vietnam, Filipinas, India y México, empujados por el factor geopolítico y la guerra.
Tampoco EEUU la tiene fácil. Su alta inflación, con tasas altas y dólar fuerte complican sus exportaciones. Se habla de recesión, en un marco de incertidumbre, por el declive político de los demócratas, que perderían las elecciones de noviembre del 2022. Ninguno de sus aliados europeos (incluido GB) estaría entusiasmado hoy con ampliar los conflictos actuales. Ya es contraproducente lo ocurrido con Rusia, como para sumar al peso pesado de China. El juego de la guerra irrestricta o híbrida va para largo. Y es cada vez más amplio, complejo e indescifrable.