NotMid 25/10/2022
EDITORIAL
Downing Street tiene ya nuevo inquilino, el tercero en cuatro meses, una sucesión de mudanzas que refleja la magnitud del terremoto político que sacude Reino Unido. Rishi Sunak se coronó ayer como nuevo primer ministro y sucesor de la dimitida Liz Truss tras despejarle el campo sus principales rivales: Penny Mordaunt, la candidata de las bases tories, y Boris Johnson, que el fin de semana amagó con un regreso interpretado por los mercados como una peligrosa réplica del seísmo que ha hecho temblar los cimientos económicos del país. Tras el caótico show político de Johnson y el experimento fallido de Truss, los conservadores lo han apostado todo a la imagen de gestor serio y competente de Sunak, ex secretario del Tesoro que llega con misión de restaurar la estabilidad política y la credibilidad institucional sobre las que cimentar de nuevo el crecimiento.
El ex banquero estrella de la City -al que se critica su condición de millonario elitista y alejado de los problemas reales del votante- aterriza, sin embargo, en un campo minado en el que tendrá que oficiar de malabarista para, por un lado, cohesionar a un partido sumido en el cainismo y la autodestrucción desde el Brexit y, por otro, lograr un equilibrio entre dolorosas subidas de impuestos en plena inflación y gasto para hacer frente a la crisis energética. En ese sentido se ha mostrado de acuerdo con el canciller Jeremy Hunt en la necesidad de rebajar el paquete de ayudas para frenar la escalada de una factura que puede derivar en un otoño de movilizaciones. Tensiones sociales y económicas que Sunak tendrá que afrontar a la cabeza de un partido ingobernable -en “riesgo existencial”, según dijo ayer- y en el que él mismo continúa siendo una figura divisiva por su papel en la caída de Boris Johnson.
A sus 42 años, Sunak se convierte en el premier más joven en dos siglos -es diputado desde hace sólo siete años- y el primero de origen hindú, encarnando la llegada al poder de un símbolo de diversidad cultural en un país cuyo pasado colonial sigue estando muy presente. Pese a su temprana apuesta por el Brexit se le considera también más templado que sus antecesores en la relación con Europa, muy desgastada por los intentos de Johnson de reescribir el acuerdo comercial con el que Londres y Bruselas sellaron un agrio divorcio que no termina de consumarse en términos definitivos. Los mercados han recibido con alivio su elección, pero el primer ministro debe concretar rápidamente un plan de choque para restaurar la confianza de los inversores y poner sentido común en un partido fracturado y secuestrado por el ala dura del Brexit.