NotMid 22/10/2023
OPINIÓN
ORFEO SUÁREZ
Joan Laporta es como ese amigo que te llama para pedirte un préstamo cuando todavía no te ha devuelto el anterior, y al que llamas una semana después para ver cómo le van las cosas y te dice que está en el Caribe. Cuando al cabo de un tiempo acude para devolverte el dinero, siempre una parte, descubres que ha cambiado de coche. Es un misterio, como el Barça de las palancas, pero lleva de ese modo toda la vida y le funciona. Suele ser divertido, optimista y ocurrente. La última ocurrencia de Laporta es la del “madridismo sociológico”, a la que se refiere como una especie de ‘Cosa Nostra’ capitalina que tiene como objetivo hundir al Barcelona, cuando la peor “cosa nostra” estaba en el Camp Nou: los pagos a Negreira.
El presidente del Barcelona lo repitió ante sus socios, los dueños del club, y subió el volumen con respecto a lo dicho en ‘Catalunya Ràdio’, al decir que quieren «destrozarnos». Como aperitivo del primer clásico de la temporada, el próximo sábado en Montjuïc, es una declaración temeraria. Con ello no intenta salvar al club, sino salvarse a sí mismo, ya que formó parte de la trama, como uno de los presidentes pagadores. Tampoco es la mejor forma de intentar restablecer la normalidad institucional con el regreso de Florentino Pérez al palco azulgrana. El presidente del Madrid haría bien en situarse por encima de las mezquindades, pero vivimos tiempos de radicalidad en todas partes. Mal asunto.
Sergio Ramos es también de los tipos que no deja indiferente y excita a los extremos vaya donde vaya. Incluso en su tierra: le adoran o le odian. Contra el Madrid se enfrentaba a un desafío del que salió con nota, al salvar un gol sobre la línea y llegar a los remates con la autoridad del coloso de Lisboa, al que Ancelotti todavía, hoy, sigue agradecido, como todo el madridismo, sociológico o peatonal. Su respuesta al Madrid, del que se fue entre reproches y una despedida con caras de póker, fue mucho mejor que la de Laporta, en un día clave para su club por tratarse del debut de Diego Alonso en el banquillo, una apuesta de riesgo del director deportivo Víctor Orta. La sombra de Monchi pesa, como pesa el legado de Ramos, vaya donde vaya, y pesa el ‘caso Negreira’, un lastre en el efervescente y estimulante equipo de Xavi. Mejor soltarlo con autocrítica que con sociología.