No se me ocurre un espectáculo más envilecedor que el que ofrecen unos políticos perdonándole a otros políticos delitos que sólo pueden cometer los políticos
NotMid 31/05/2024
OPINIÓN
RAFA LATORRE
Dijeron que sería una sesión histórica, pero el sillón del presidente permanecía vacío. No ha querido estar presente mientras diputados de cuarta fila iban camuflando con nobles conceptos el grosero pago de su investidura. No se me ocurre un espectáculo más envilecedor que el que ofrecen unos políticos perdonándoles a otros políticos delitos que sólo pueden cometer los políticos. Si hay una definición más exacta de la desviación de poder, yo al menos no la encuentro.
Lo deprimente es que no fue la fortaleza del independentismo lo que ha postrado al Estado. Ha sido la debilidad de Pedro Sánchez. Los independentistas se habían dado un batacazo el 23-J, el problema es que Pedro Sánchez también, y en un gesto desesperado ha echado mano de lo que no le pertenece. Querrán hacernos creer que se trata de un gesto de magnanimidad, cuando es la penosa coincidencia de un puñado de miserias. Sobre la escuálida mayoría que ha hecho posible la amnistía pesa una pregunta: ¿habría sido la misma si el PSOE no se hubiera presentado a las elecciones bajo la promesa de que jamás la aprobaría?
El PSOE se ha dedicado a contradecir a sus cómplices en la operación. Los socialistas hablaban de perdón, mientras sus socios clamaban victoria. ¿Cómo se iba a sentir perdonado quien jamás se ha disculpado? Durante la sesión parlamentaria, la mancha insidiosa de la amnistía se fue extendiendo por la historia reciente de España. Es natural, el derrame. Los socios entienden que el perdón del Estado podría también referirse a la represión desplegada en el País Vasco. Y lo cierto es que las historiografías que ayer eran marginales hoy resultan verosímiles.
El pacto del 78 se basaba en el principio general de que nadie en España estuviera perseguido por sus ideas. El pacto de la amnistía impide que se pueda perseguir el delito de quien profesa unas determinadas ideas. Hay, por ejemplo, una forma de malversación que no merece castigo: la que se hace en nombre de Cataluña. Puede que la justicia trate de oponerse, pero será contra la soberanía popular. En la Constitución no encontrarán la soberanía popular: es lo que queda tras el licuado de la soberanía nacional que la amnistía ha producido.
Puede que la corrupción económica desaloje a Sánchez del poder. Da igual que no se conozca hasta dónde alcanza el escándalo. Ya se puede afirmar que no es tan grave como la corrupción política que lo mantuvo en él.