Ha tenido que ser el PP, en un ejercicio de sentido de Estado, el que rescate al presidente de la comisión de investigación que exigen sus socios
NotMid 04/05/2022
EDITORIAL
La revelación del espionaje sufrido por el presidente del Gobierno y la ministra de Defensa está rodeada de sombras. La información que hasta ahora han recibido los españoles de boca del propio Ejecutivo es claramente insuficiente cuando se trata de una falla grave de seguridad nacional. Las preguntas se amontonan -quién, cuándo, qué, cómo, por qué contarlo y por qué ahora- y las respuestas escasean, y el ministro Bolaños debió prever que cundiría esta incertidumbre cuando desveló el hackeo del móvil presidencial sin añadir muchos más datos que una misteriosa injerencia externa.
En semejante contexto, y dados los antecedentes de la campaña de grosera victimización en las últimas elecciones madrileñas, prácticamente todas las dudas están justificadas. Empezando por la «casualidad no menor» denunciada por Feijóo, pues el Gobierno desveló el espionaje a Sánchez y Robles coincidiendo con la sobreactuación independentista a raíz de los mismos hechos. A nadie que no sea un ingenuo o un propagandista de Moncloa se le oculta el giro argumental que con esta revelación persigue un Gobierno empeñado en pasar de verdugo a víctima de espionaje a ojos de su socio separatista, que le está complicando mucho la gobernabilidad en los últimos días.
Y que sigue amenazando con bloquear la legislatura si no rueda la cabeza de la ministra de Defensa, que comparecerá hoy en la comisión de Defensa. Convirtiéndola en otra víctima de Pegasus, Moncloa pretende blindarla y blindarse ante sus propios aliados. Pero el precio que paga es la erosión de la imagen de España, la inquietud de los embajadores y la propia credibilidad del país anfitrión de una inminente cumbre de la OTAN en plena guerra de Ucrania.
La seguridad informática es un reto para cualquier gobierno del mundo. Sánchez no es el primer presidente en ser espiado, pero sí es el primero que lo airea para usar políticamente esa vulnerabilidad. Un uso cortoplacista, mezquino y contraproducente, porque el separatismo es insaciable y no se puede contentar a quien vive de no contentarse y redobla sus chantajes cuando constata que surten efecto. Por eso todos los partidos radicales que sostienen a Sánchez han reclamado una comisión de investigación -incluyendo a Podemos, en el enésimo ejercicio de cínico desdoblamiento por el cual se entrega a tareas de oposición sin renunciar al Gobierno-, y ha tenido que ser el PP el que salve a Sánchez de sí mismo; es decir, de los socios que eligió. Feijóo, sin dejar de plantear las preguntas pertinentes, demuestra el sentido de Estado que al sanchismo le falta, pues es fácil de imaginar que una comisión de investigación sobre seguridad nacional habría degenerado en un aquelarre antisistema y el cuestionamiento total de los servicios de seguridad del Estado.
Sánchez por medio de Meritxell Batet metió a Bildu, ERC o la CUP en la comisión de secretos oficiales. Esta bochornosa cesión no satisfizo al separatismo. Tampoco lo está logrando exhibir la condición de espiados de Sánchez y Robles. ¿Qué va a ser lo siguiente? ¿Hasta qué grado de entreguismo y de subasta institucional -el prestigio del CNI está siendo sacrificado al interés parlamentario del Gobierno- está dispuesto a llegar Sánchez con tal de durar unos meses más en La Moncloa?
ElMundo