Las maniobras se extenderán hasta el día 27 en el Océano Índico frente a la costa de Durban
NotMid 21/02/2023
ASIA
La fragata Almirante Gorshkov atracó la semana pasada en el puerto de Ciudad del Cabo, en la costa este de Sudáfrica. Se trata de un buque de guerra ruso cargado con misiles hipersónicos Zircon y la letra Z, el símbolo con el que el Kremlin marca las armas que ha utilizado para atacar a Ucrania, dibujada en uno de los laterales. Los oficiales de la fuerza naval rusa que llegaron subidos al navío fueron recibidos por las autoridades militares del país africano, que les dieron la bienvenida para participar en unos juegos de guerra que se extenderán hasta el día 27 en el Océano Índico frente a la costa de Durban.
Rusia y Sudáfrica, cuya amistad se remonta a los años de lucha contra el apartheid, no estarán solos en estas maniobras militares conjuntas. Desde Asia Oriental, China también ha enviado un destructor, una fragata y un buque de apoyo para unirse a unos ejercicios que coincidirán con el primer aniversario de la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero.
Para algunos analistas, esta coincidencia de fechas, nada casual, subraya la pretensión de Moscú de presumir de alianzas y mandar el mensaje de que el aislamiento buscado por Occidente se limita a Europa, Estados Unidos y naciones que están dentro del marco de influencia de la OTAN, como Japón y Corea del Sur. Pero que, fuera de ese círculo, hay muchos países que no se han posicionado contra Rusia.
Durante el último año, China ha tratado de ponerse el traje de neutralidad, intentando equilibrar su alianza sólida con el Kremlin mientras mantenía su política de defensa de la soberanía de Ucrania. Todo ello a la vez que expandía su comercio con Rusia, hasta un 34,3% más en 2022, impulsado en parte por las empresas chinas que compraron petróleo y carbón con descuento. Pero detrás del juego de Pekín siempre ha estado un apoyo tácito a muchos de los movimientos de Putin.
Prueba de ello son los ejercicios militares que ambos países han realizado de la mano desde que comenzó la invasión de Ucrania. Los más recientes, además del actual en Sudáfrica, involucraron en noviembre a una escuadrilla de bombarderos estratégicos rusos y chinos que sobrevolaron el Mar de Japón. Un mes después, en unos juegos de guerra navales en el Mar de China Oriental, muy cerca de las costas de Japón y de Taiwan, los rusos sacaron un crucero lanzamisiles, una fragata y dos corbetas. China, por su parte, desplegó dos destructores, dos lanchas patrulleras, un buque de abastecimiento y un submarino diésel.
Este fin de semana, al margen de la Conferencia de Seguridad de Múnich y en medio de la crisis diplomática de los globos espías, el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, mantuvo un encuentro con el jefe de la diplomacia china, Wang Yi. Un día después de la reunión, Blinken dijo en una entrevista que Washington tenía indicios de que Pekín estaba considerando brindar ayuda militar a Moscú para la guerra en Ucrania.
A principios de febrero, The Wall Street Journal publicó un artículo en el que aseguraba que, en base a datos comerciales rusos a los que había accedido, China ya estaba ayudando militarmente a Rusia en violación de las sanciones dirigidas por Occidente. “Las empresas de defensa estatales de China han enviado equipos de navegación y piezas para aviones de combate y otros equipos de tecnología militar a empresas de defensa rusas”, señalaba el artículo.
Funcionarios de inteligencia de EEUU ya habían avisado en enero que estaban preocupados porque “algunas empresas estatales chinas podían estar brindando asistencia a Rusia en Ucrania”, aunque no presentaron ninguna prueba. Hay que recordar que los mismos funcionarios de Washington -siempre anónimos- dijeron al comienzo de la invasión que Pekín, directamente señalando al Partido Comunista, estaba apoyando militarmente el ataque de Rusia, incluso que se disponía a enviar soldados, para poco después reconocer que no tenían ninguna evidencia de todo ello.
LA NEGATIVA CHINA
Pekín niega con contundencia que esté enviando ayuda militar a Rusia -o que piense hacerlo- para atacar a Ucrania y se apoya en la doctrina diplomática que el presidente Xi Jinping lanzó en 2014: la no injerencia en los asuntos internos de otros países.
China y Rusia comparten asiento en el grupo Brics, que representa a las principales economías emergentes del mundo. De ese bloque también forma parte Sudáfrica, quien ha defendido su papel de “no alineación” en el conflicto de Ucrania. La nación africana fue una de las 35 que se abstuvieron en una votación de la ONU en octubre para condenar los referéndums de Rusia sobre la anexión de territorios ucranianos. También se abstuvo de otra votación de la ONU condenando la invasión y se negó a unirse a Estados Unidos y Europa para imponer sanciones a Moscú.
Que ahora Sudáfrica, pieza importante en la región y una de las economías más grandes del continente africano, se convierta en el anfitrión de unas maniobras militares con Rusia, que ya se realizaron en 2019, pero que coinciden con el aniversario de la guerra, se ha visto por muchos como el posicionamiento más claro hasta ahora del país africano al lado del Kremlin.
Eso es lo que han recriminado desde Occidente, al igual que, desde dentro de casa, la oposición al partido gobernante Congreso Nacional Africano. La ministra de Relaciones Internacionales sudafricana, Naledi Pandor, defendió que “todos los países realizan ejercicios militares con amigos de todo el mundo”. Una explicación que no convenció por lo que se vio a los manifestantes que participaron en una protesta que hubo el viernes frente al consulado ruso en Ciudad del Cabo: más de una veintena de personas se juntaron allí mostrando banderas ucranianas como repulsa a las maniobras militares que su país hará con el ejército de Putin.
Agencias