Con una industria por desarrollar, las importaciones se desploman: faltan coches o aviones. El foco está en Asia, pero los precios son mínimos y la infraestructura rusa mira a Europa
NotMid 18/09/2022
MUNDO
Rusia se enfrenta a la peor crisis desde los 90 con los deberes sin hacer. Durante la década de los 2000, el gobierno tuvo superávits presupuestarios e impuso una política financiera prudente. Durante muchos años Rusia ha importado del exterior demasiadas cosas que podría haber producido desarrollando su industria. Ahora con el aislamiento, las miradas se dirigen hacia unos productores nacionales con suministros muy limitados.
El otro sector al que se pide que obre su magia es el energético. Fueron el petróleo y el gas los que impulsaron el auge de Rusia entre 1999 y 2008. El gasto militar ha aumentado en los dos primeros meses de invasión casi un 130%. Los petrodólares impulsan ese esfuerzo bélico.
Moscú dice que no necesita a Occidente. Pero el creciente negocio energético de Rusia con Asia, incluidas China e India, oculta problemas. Los precios son artificialmente bajos. Y la infraestructura no está a la altura.
En la industria los daños se notaron desde el primer momento. El software de firmas extranjeras que ahora abandonan el mercado ruso afecta no sólo al sector de defensa, sino a un abanico de ramas industriales.
Los medios han ido informando del empeoramiento de la situación. En mayo ya se encendieron luces rojas en el sector industrial, que incluye sobre todo productos químicos, petróleo, gas y por supuesto manufacturas. El volumen promedio de importaciones bajó un 88% en comparación con principios de febrero, según FourKites, entidad que monitoriza las cadenas de suministro. Rusia ahora no puede importar fácilmente muchos de los componentes necesarios o paga un precio demasiado alto.
FALTAN COCHES Y AVIONES
Otro problema es que las sanciones hacen que los productos cruciales escaseen, incluidos algunas bienes que las empresas necesitan para abrir nuevas fábricas y reemplazar las importaciones. Casi todas las industrias de consumo y de defensa dependen de elementos de fuera del país. Las señales de declive son evidentes en otros sectores. La producción de automóviles disminuyó un 72% ya en marzo en comparación con el año anterior.
Faltan repuestos para coches, pero también para aeronaves. Las aerolíneas rusas están desmantelando aviones de pasajeros para usar piezas de repuesto que ya no pueden comprar en el extranjero debido a las sanciones. Siguen el consejo que les dio el propio gobierno de garantizar que al menos parte de los aviones construidos fuera puedan continuar volando al menos hasta 2025. Incluso la estatal Aeroflot está recurriendo a esta práctica. Pero esta estratagema sirve sólo para ganar tiempo. La mayor parte de la flota de aviones de Rusia está compuesta por aviones de pasajeros hechos en Occidente. No está claro qué pasará en 2023.
Rusia ha confiado en un hombre para salir del agujero: Denis Manturov, ministro de Industria y Comercio. Su misión es movilizar lo que pueda del Estado y las empresas rusas e intervenir sin miramientos para salvar las industrias.
Todos los sectores han asumido que si Rusia no acometió la esperada liberalización económica en tiempos de paz, durante una guerra sólo se puede esperar que el Estado coja la batuta de la economía todavía con más fuerza. “Los mercados no pueden moverse lo suficientemente rápido para abordar el tipo de problemas que están surgiendo”, reflexiona Nick Trickett, analista de materias primas en Fitch Solutions.
El Parlamento ruso adoptó medidas en julio que acercan el país a una economía de guerra, aunque prefirió llamarlo “soberanía tecnológica”. El gobierno quiere respaldar a las grandes empresas no sólo con palabras, sino con hechos: subvenciones, rebajas fiscales, liquidez. Pero el futuro tiene necesidades más complejas. “El dinero y el crédito se pueden crear y regalar con una firma. No se puede imprimir un chip de computadora, un airbag o un vagón de tren“, dice Trickett. La ansiada autonomía económica pasa por resolver esa encrucijada. Además, para que la industria saque por fin el músculo que el país necesita hace falta una fuerza laboral detrás, y la migración está en declive.
Con la guerra, Rusia ha perdido a su mejor cliente energético. Anton Siluanov, el ministro de finanzas ruso, quiso adelantarse a las malas noticias y dijo que las sanciones podrían causar una caída de hasta un 17% en la producción de petróleo este año. Las exportaciones netas de gas natural ruso cayeron un 27,6% en los primeros tres meses.
Si Europa compra menos hidrocarburos y logra bajar los precios, a Rusia le espera una gran crisis fiscal en un plazo de 10 o 12 meses. Moscú ha confiado en que al restringir importaciones, los precios subirían, de modo que se da una compensación respecto a ingresos. Pero si además se tocan los precios, el presupuesto sufrirá, señalaba en The Moscow Times Serguei Guriev, que fue economista jefe del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo.
ENTRE REBELDES Y APROVECHADOS
Por eso es clave cómo mantendrá Putin el pulso. Ha dicho que va a negarse a vender petróleo a los precios que le marquen. Pero ya está bastante presionado, incluso quemando en el norte del país el gas que no puede exportar. Por eso ha accedido a vender a China y India con grandes descuentos. Llega un momento en el que los precios de la energía superan con creces los costes de producción. Rusia teme quedar rodeada entre unos clientes rebeldes -Occidente- y otros que simplemente se aprovechan -Asia- ante una situación trastocada por el conflicto bélico más grande que ha visto Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Las perspectivas para las industrias del petróleo, el gas y el carbón no son muy buenas a medio plazo. La energía se sigue moviendo, pero el dinero no tanto. China e India han hecho mucho para amortiguar el golpe en términos de volúmenes de exportación energética, pero la capacidad de Rusia para impulsar las exportaciones a Asia está restringida por la infraestructura de suministro y las sanciones. La esperanza para Gazprom, el gigante gasístico, es que suban los precios.
Las miradas están puestas en el gasoducto Poder de Siberia, debe alcanzar su capacidad máxima en 2025. Los gasoductos tardan en construirse y el gas licuado se topa ahora con la traba de la tecnología, lastrada por unas sanciones que se entrometen en la colaboración con empresas extranjeras.
Desde la invasión, los suministros de crudo ruso a China han aumentado a niveles récord de alrededor de dos millones de barriles por día. El mercado del petróleo es algo más fácil, y Rusia ha superado a Arabia Saudí como principal proveedor de China. India también aumentó masivamente sus compras de petróleo ruso. Pero las sanciones también aumentaron los descuentos que se ofrecen a los compradores asiáticos a cambio de asumir el riesgo de comprarlo.
Rusia ve obstáculos: si la producción no puede ser la misma, que lo compensen unos precios altos. Los vetos internacionales han prohibido asegurar los cargamentos marítimos de petróleo, lo cual trastoca la gestión de productores rusos y compradores orientales.
Moscú está comprobando que la pérdida de los mercados europeos no es un KO técnico a corto plazo. Pero el viraje hacia Oriente implica costos crecientes y opciones limitadas. Lo mismo ocurre con el carbón: los ferrocarriles rusos todavía no tienen una red suficiente para llevar el mineral a China. Las infraestructuras están pensadas para tener a los grandes clientes en Occidente, no en Asia.
El escenario conduce a una mayor inflación, una caída del consumo, una menor inversión y menores ingresos mientras el estado se esfuerza por limitar los déficits presupuestarios.
Los nuevos flujos del negocio energético serán hacia Asia, a día de hoy gracias a la venta a precios por debajo de la tasa de mercado europea. No es un gran problema cuando los precios son altos. Pero con riesgo de recesión en EEUU y Europa y un crecimiento más modesto de China, los nubarrones se acumulan en el horizonte de 2023.
Más sanciones, más leales a Putin
Moralmente pueden ser merecidas, pero las sanciones a oligarcas dibujan una élite más cohesionada en torno al Kremlin. Incluso desde el punto de vista de debilitar la economía de Rusia, estas “pueden ser contraproducentes”, dice el analista Dimitri Nekrasov. Sí, algunos han perdido sus yates. Pero la mayoría de ellos se han vuelto aún más dependientes de Putin y, por lo tanto, más leales. En cuanto a los oligarcas más grandes, su futuro en caso de un colapso del régimen es muy incierto. Así que su lealtad es grande pase lo que pase. Putin siempre intentó evitar que su élite colocase propiedades en el extranjero. Ahora Occidente es un lugar legalmente peligroso. Los sucedido desincentiva que los ricos piensen en sacar su capital del país.
Huida de marcas, caída de IVA y reventa
Las marcas globales han huido. Esto ha provocado escasez y aumento de los precios. Compradores extranjeros acumulan ropa, automóviles y productos tecnológicos y los revenden en Rusia. El gobierno en algunos casos favorece esta ‘importación paralela’ para evitar una sensación de escasez. Al fin y al cabo, la oficina central de estadísticas afirmó en agosto que el PIB ruso se había reducido sólo en un 4%. El plan es convencer a los rusos de que no están tan mal, aunque los ingresos por IVA del país han bajado más del 40%. Las importaciones habían caído casi un 50%. El futuro pasa por la llegada de otras marcas, e India y China muestran interés. Muchas veces son los rusos los que se mueven, y ya empiezan a acudir en masa a la vecina Bielorrusia para realizar compras.
Agencias