Han pasado cinco años desde que Wuhan se convirtió en el epicentro de una pandemia de la que todavía se desconoce su origen
NotMid 27/01/2025
ASIA
En una colina a 30 kilómetros al sur del centro de Wuhan, en una zona rodeada por fábricas y tierras de cultivos, se encuentra el Instituto de Virología, un complejo de cinco plantas que alberga varios centros de investigación y un laboratorio de máximo nivel de bioseguridad donde se estudian los patógenos más peligrosos del mundo. “Aquí no se pueden hacer fotos y para poder entrar hay que pedir permiso a las autoridades”, suelta un policía que custodia una de las entradas del instituto, más vigilado de lo habitual en los últimos días por el trasiego de periodistas extranjeros que se han acercado de cara al aniversario de los cinco años del principio de la pandemia de Covid.
La frase “los patógenos más peligrosos del mundo” la usó la revista científica Nature en un artículo de 2017 en el que explicaba que el Gobierno chino había dado luz verde para que este laboratorio se pusiera en marcha para investigar las amenazas biológicas del futuro, lo que generaba bastante inquietud entre la comunidad científica internacional: se temía que los protocolos de seguridad no fueran los adecuados y que los virus se pudieran escapar, provocando una crisis de salud pública global.
Tres años después, el mundo se detuvo cuando Wuhan cerró todas sus puertas para intentar contener la propagación de un extraño virus que saltaría más adelante fuera de las fronteras chinas y que dejaría más de siete millones de muertos por todo el planeta. Durante aquellas primeras semanas de enero de 2020, con el foco mediático internacional sobre Wuhan, entre las hipótesis que circulaban acerca del origen del Covid-19 estaba la posible fuga del laboratorio.
“Me pasé días sin poder dormir pensando que podía ser nuestra culpa”, explicó en una entrevista en la revista estadounidense Scientific American la viróloga Shi Zhengli, una de las investigadoras más destacadas del señalado laboratorio de Wuhan. “Me pregunté si el coronavirus detectado había podido salir de nuestro laboratorio, si se había producido alguna fuga en nuestro departamento”, reconocía Shi, quien llevaba más de una década estudiando los coronavirus en los murciélagos del sur de China, la fuente primaria del virus que saltó en Wuhan.
En el laboratorio, Shi y su equipo realizaban la conocida como ganancia de función: remodelar los virus para hacerlos más contagiosos e identificar sus debilidades para desarrollar un tratamiento. La viróloga revisó los registros de los últimos años para comprobar si se había actuado de acuerdo al protocolo de seguridad al manejar los materiales experimentales, sobre todo a la hora de deshacerse de ellos.
Tras descartar el fallo de seguridad, los científicos chinos estudiaron el material genético del virus que circulaba para llegar a la conclusión de que “la secuencia genética no coincide con ninguna de las estudiadas por su laboratorio”. El 2 de febrero de 2020, Shi quiso zanjar la polémica con una publicación en las redes sociales chinas: “El nuevo coronavirus es un castigo de la naturaleza por el estilo de vida antihigiénico de los humanos. Prometo por mi vida que el virus no tiene nada que ver con el laboratorio”.
Han pasado cinco años desde de que Wuhan se convirtió en el epicentro de una pandemia de la que todavía se desconoce su origen. La teoría de una fuga en el laboratorio volvió a revivir el fin de semana por un informe de la CIA que llegaba a esta misma conclusión, aunque sin presentar ninguna prueba y con la agencia de inteligencia estadounidense asegurando que sus afirmaciones tenían “poca confianza”. La nueva evaluación se hizo pública después de que John Ratcliffe, muy cercano al presidente Donald Trump, asumiera el cargo de director de la CIA. Ratcliffe manifestó en una entrevista que creía que “el sentido común dicta que los orígenes del Covid fueron una filtración en el Instituto de Virología de Wuhan”.
Este lunes, un portavoz de la embajada china en Washington, Liu Pengyu, respondió a la CIA diciendo que la agencia se “inventa conclusiones engañosas” y que “arroja agua sucia e incriminaciones” sobre China. “El origen del virus es una cuestión científica compleja, y los científicos deberían encontrar la respuesta a través de una investigación científica rigurosa y meticulosa”, sentenciaba Liu.
Desde Pekín también ha hablado otra portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Mao Ning, para recordar que el equipo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que visitó Wuhan en 2021 concluyó que una fuga de laboratorio era “extremadamente improbable”, lo mismo que otras cuatro agencias de inteligencia estadounidenses y el Consejo Nacional de Inteligencia, que también declararon que lo más probable era que el virus surgiera por transmisión natural.
Dos estudios publicados hace un par de años en la revista Science apuntaba también al origen zoonótico. El primero localiza a los primeros 155 casos de Covid registrados en Wuhan, todos ellos identificados durante diciembre de 2019 alrededor del mercado de mariscos y animales salvajes de Huanan, señalado como la zona cero de los contagios.
Desde el principio se ha especulado con que el Covid había pasado a los humanos a través de alguna especie salvaje que se vendía en este mercado. Algunas de ellas procedían del sur de China, donde están los murciélagos de herradura que estudia la viróloga Shi, portadores del virus RaTG13, el que se creía más cercano al SARS-CoV- 2 (el nombre que recibió el virus que provoca el Covid) hasta que, en otra publicación en la revista Nature, se señalaba que había otros murciélagos en unas cuevas al norte de Laos con un coronavirus cuya tasa de homología con el SARS-CoV-2 se sitúa entre el 96,9% y el 97,4%.
El año pasado, Nature recogía una serie de datos facilitados por la viróloga Shi, que trataban de demostrar que ninguno de los virus que almacenaban en sus congeladores son “antepasados del SARS-CoV-2”. Pero la teoría de la fuga en el laboratorio sigue estando muy presente. Desde Estados Unidos, un comité del Congreso respaldaba en diciembre esta hipótesis poniendo sobre la mesa recortes de prensa como un artículo de hace cuatro años del Wall Street Journal, que aseguraba que tres investigadores del Instituto de Virología de Wuhan se “enfermaron en el otoño de 2019 con síntomas consistentes tanto de Covid-19 como con enfermedades estacionales comunes”.
En la propia China, antes la pandemia, ya se había especulado con que los investigadores de los laboratorios de bioseguridad arrojaban los materiales por los desagües. Incluso que algunos científicos, para sacar un dinero extra, vendían cobayas de laboratorio en mercados de algunas ciudades. Existía un precedente en Pekín: un investigador entró en prisión por vender monos y ratas de laboratorio.
Agencias