NotMid 02/06/2024
OPINIÓN
RAFA LATORRE
Ahora el Bernabéu sucumbe al brilli brilli y los cánticos rebotan contra la cubierta. Pero yo recuerdo aquel estadio lúgubre y murmurante que tantos talentos ha consumido. Vinicius fue superando cada una de las pruebas a la que somete Madrid. La noche, por supuesto, pero también ese murmullo de pesadilla que desde hace décadas ha puesto a prueba a los que se atreven a encarar. Es un verbo interesante, encarar. El extremo del Madrid no sólo encara al defensa, también encara al Bernabéu. Vinicius llegó a levantar carcajadas en la grada, en aquel tiempo bisoño en que no acertaba a pegarle con el empeine al balón. Pero Vinicius tiene ese empecinamiento de Gento y se los ha ido llevando a todos, con ese estilo deliscuescente. Lo de Vinicius es lo de toda una generación, que ha despedido a Cristiano y Benzema, primero, y ahora a Kroos y Modric y se ha adueñado del Madrid, no ya con autoridad, sino con una personalidad tan simpática y genuina que se hace querer.
Esta Champions fue la de Nacho y la de Lunin. ¡La de Rudiger! ¡La de Joselu! Héroes inesperados que ya forman parte de la historia entrañable del madridismo. El Madrid es algo tan inexplicable que su decimoquinta Champions la ha ganado con un gol de cabeza de Carvajal. No me importa derrochar algunos caracteres más: Carvajal. ¿Lo entienden? Carvajal. Carvajal mide 1,74.
La Champions de Wembley ha sido una cesura generacional. En un campo de leyenda, Kroos le entregó el timón a un centrocampista descomunal. Jamás olvidaremos cuando nos quisieron convencer de que Camavinga era peor que uno que se llama Pedri. Hablamos de un jugador que podría retirarse mañana mismo, después de un partido como éste, con 21 años, y dar ya su carrera por amortizada. Respecto de Kroos: recuerdo lo que dijo en el Savoy, con su voz nicotínica, José Luis Alvite: «era una de esas mujeres a las que todavía no has conocido y ya estás echando de menos». El madridismo siente una nostalgia de él como si ya hubieran pasado más de 30 años desde su último cambio de juego.
Mientras todas las convenciones que creíamos eternas se van evaporando, el Madrid sigue ahí. Al término del partido Zidane llevó la orejona al atril y se fue a Ancelotti y en ese abrazo está resumida toda la historia reciente del fútbol. En el Madrid todo pasa y todo permanece. Hubo un momento en que el Bernabéu tuvo que tomar una decisión. La métrica de su cántico más señero estaba siendo comprometido por la gloria. Creo que fue con la undécima cuando la grada renunció al ordinal y empezó a cantar «Como no te voy a querer, si fuiste campeón de Europa una y otra vez». Buena decisión.