Urge en el fútbol nacional una transición hacia la transparencia y la ética.
NotMid 16/09/2022
EDITORIAL
¿Qué o quién sostiene a Luis Rubiales en su cargo? Es esta la pregunta que hoy se debe plantear cualquier ciudadano al corriente de los escándalos que rodean al presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). Y con mayor incógnita tras leer que su tío y ex jefe de Gabinete ha declarado ante la Fiscalía que Rubiales organizó fiestas para disfrute de él y de su equipo más directo sufragadas con dinero federativo. El testimonio del familiar ante el Ministerio Público es de carácter voluntario -un hecho que le presupone mayor credibilidad- y también confirmaría que su sobrino habría mandado espiar al presidente del sindicato Asociación de Futbolistas Españoles. Se trata esta de una práctica a la que Rubiales parece tener cierta querencia, puesto que es la misma que empleó contra el periodista de este diario Esteban Urreiztieta para intentar averiguar cuál había sido la fuente que había permitido que salieran a la luz los Supercopa Files, las gestiones urdidas con Gerard Piqué para celebrar la competición en Arabia Saudí y vincular el contrato a comisiones millonarias.
Cada minuto que Luis Rubiales se mantiene -o lo mantienen- al frente del organismo que gobierna el fútbol español en todos sus estamentos ahonda en el descrédito de la institución y de nuestro deporte. Debe aquí ponerse el foco en el silencio que retumba alrededor de su figura. El más clamoroso es el de la estructura que representa a la RFEF por todo el territorio nacional, que conforma la Asamblea que tiene la competencia de cesar al presidente. Desde aquí apelamos a la conciencia moral de los dirigentes autonómicos para que tomen sin dilación dicha determinación. Se contribuiría así de paso a alejar la sombra que persigue al organismo desde la época del ex presidente Ángel María Villar: que no se ha limpiado el entramado clientelar plagado de irregulares, incompatibilidades, opacidad y colusión de intereses.
Sobre ello debe pronunciarse también, y con contundencia, el Gobierno. En cambio, ha elegido ponerse de perfil. Sabemos que son varios los asuntos que conectan al Ejecutivo con Rubiales a través del Consejo Superior de Deportes (CSD). Las guerras intestinas entre La Liga, el CSD y la RFEF han dado lugar a alianzas e intereses cruzados, como ha demostrado la reciente polémica con la huelga de árbitras. Y recordemos que el propio Rubiales intercambió mensajes personales con el presidente Sánchez para tratar de recabar su apoyo. Son estos, en fin, síntomas de la necesidad de renovación, de que urge en el fútbol nacional una transición hacia la transparencia y la ética.