NotMid 18/01/2025
OPINIÓN
JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA
Qué duda cabe de que el acuerdo de alto el fuego sobre Gaza firmado esta semana es una magnífica noticia. Poner fin a la barbarie y devastación que ha supuesto esta guerra era una necesidad imperiosa no solo por el inmenso e injustificado número de muertos provocados por la respuesta israelí, sino por las inhumanas condiciones de vida que enfrentan cada día los supervivientes gazatíes.
En el sitio infernal, alguien diría bíblico, que ha sufrido Gaza en los meses transcurridos desde los ataques del 7 de octubre de 2023, se han cruzado y retroalimentado, por un lado, los peores instintos de Hamas, con su ideología de celebración de la muerte, el genocidio y el martirio de su propia población con, por otro, los peores instintos del extremismo nacionalista israelí, decidido a saltar por encima del derecho humanitario para imponer un castigo colectivo a los gazatíes que sirviera de escarmiento para el futuro.
Concluye (ojalá) el conflicto bélico. Pero el futuro de los palestinos es incierto. Nótese que el embajador que Trump ha designado para la plaza de Jerusalén, Mike Huckabee, sostiene que Israel tiene el derecho de anexionarse Cisjordania por corresponderse con la Judea y Samara bíblica, que pertenecería a Israel por historia y designación divina. Por tanto, aunque hay que atribuir a Trump el mérito de imponer un alto el fuego que Biden había negociado, sabemos que el interés de Trump por los palestinos es nulo: su prioridad es que EEUU haga inmensos negocios en una región con exceso de liquidez y mucha demanda de tecnología. Así pues, sus energías se van a volcar en lograr que Arabia Saudí reconozca a Israel, Irán se esté quieto y todo el mundo compre americano.
Si para los palestinos de Cisjordania el futuro es una anexión de iure o de facto, para los gazatíes el riesgo es volver a quedar atrapados en la lógica de la venganza de un Hamas que no ha sido desmantelado y que aspira a concentrarse en recomponer su aparato político-militar mientras que Naciones Unidas y la comunidad internacional se encargan de reconstruir las escuelas, hospitales, servicios públicos y viviendas destruidas en esta guerra. Una mala paz que deje tantas heridas e incógnitas abiertas es mejor que una guerra, pero también puede ser el preludio de una nueva. Espero equivocarme.