La suspensión por parte de Rusia del tratado de control de armas nucleares implica que, en teoría, ya no tiene limitaciones para fabricar ojivas
NotMid 23/02/2023
USA en español
New START, según sus siglas en inglés, significa Nuevo Tratado de Reducción de las Armas Estratégicas. Pero es, también, un juego de palabras. “New start” se traduce al español como “nuevo comienzo”, y su firma, en 2010, fue el momento simbólico en el que el Gobierno de Barack Obama pensó que lograba su objetivo de restablecer la relación entre Washington y Moscú.
Llegó 13 meses después de que la entonces secretaria de Estados, Hillary Clinton, recibiera en Washington a su homólogo ruso, Sergei Lavrov, con un botón en el que, en una pifia garrafal, la diplomacia estadounidense había escrito en cirílico “Sobrecarga”, cuando lo que quería poner era “Reset”. O sea, que la estrategia estadounidense de “recomenzar” era en realidad “sobrecargar”. O a la inversa. Trece años después, y con la mayor guerra en Europa en siete décadas y media, aquellos errores no tienen ninguna gracia.
Ese Nuevo Tratado START era, hasta hoy, el único tratado nuclear vigente entre Estados Unidos y Rusia. Con su “suspensión” -en la práctica, ruptura- por Vladimir Putin, se rompe definitivamente el periodo histórico iniciado hace 35 años, cuando en junio de 1988, Ronald Reagan y Mijail Gorbachov firmaban el primer acuerdo de reducción de armas nucleares, que afectó a los llamados euromisiles soviéticos y estadounidenses en Europa. Hasta entonces, ningún país había accedido a destruir sus bombas atómicas. A partir de ahora, Rusia no tiene, teóricamente, limitaciones para fabricar las que quiere y colocarlas en los sistemas de lanzamiento que desee.
Y, sin embargo, la decisión no ha causado gran preocupación a Washington. Lo que preocupa al Gobierno de Joe Biden y a la mayoría de los líderes de la oposición republicana es que el presidente chino, Xi Jinping, vaya a Moscú en los próximos meses. Porque, para EEUU, el gran rival por la influencia mundial en el siglo XXI es China, no Rusia, y el teatro en el que se va a decidir esa disputa es el Pacífico y el Índico, no el Atlántico ni Europa Oriental. Claro que, en relación a China, no falta quien se pregunta cómo ha sentado esto a Pekín, después de que el presidente de ese país, Xi Jinping, advirtiera en noviembre contra el uso de armas nucleares por Rusia en Ucrania.
Nadie sabe exactamente qué quiere decir Putin con la palabra “suspensión”. ¿Significa que Rusia deja el Tratado? ¿Que lo hace de manera temporal? Y, si es así, ¿en qué áreas lo abandona y en qué áreas no? Para Bjorn Beam, de la gestora de fondos Arcano Partners, “el anuncio de Putin es la consolidación de una serie de esfuerzos que lleva meses llevando a cabo para salir del Tratado”. En noviembre, Moscú canceló unilateralmente una reunión de la Comisión Consultiva Bilateral, que es un mecanismo establecido en el Nuevo START en virtud del cual los dos signatarios comparten información y tratan de resolver controversias. Beam aporta otro incidente más reciente, al recordar que «hace pocas semanas, Rusia prohibió el acceso de inspectores estadounidenses a una de sus instalaciones nucleares». Esa decisión suponía en sí misma una violación del Tratado START, que autoriza 18 inspecciones in situ llevadas a cabo por equipos del otro país, que pueden presentarse en bases militares con solo 36 horas de preaviso. Las visitas estaban siendo reanudadas después de que el Covid-19 obligara a cancelarlas definitivamente.
Por el momento, no está claro si Rusia va a suspender esas medidas que, sobre todo, sirven para construir confianza entre Moscú y Washington, dado que EEUU parece tener sistemas para monitorizar sin excesivos problemas la situación de las fuerzas nucleares rusas, algo que Putin no puede lograr con su rival americano, a juzgar por el desastroso estado de su Inteligencia en un país fronterizo y parcialmente rusófono como Ucrania. Un ejemplo de lo que podría suceder es lo que hizo Ronald Reagan en 1981 cuando, tras la invasión soviética de Afganistán, no envió al Senado para su ratificación el Segundo Tratado de Limitación de Armas Estratégicas (SALT II) con la URSS, pero, sin embargo, lo respetó. Eso dio pie a la curiosa situación de que, en la década siguiente, EEUU tenía mucho cuidado en no rebasar ciertas cantidades de armas nucleares en sus arsenales para no violar un tratado que legalmente no había firmado.
Y eso es, tal vez, algo que Putin vaya a hacer ahora. Como explica Beam, “salir del Nuevo START viene bien para la política de hacer ‘ruido de sables’ de Rusia”. Pero, hasta la fecha, esa política ha sido mucho ruido y pocas nueces, al menos en el campo de las armas atómicas. Ésa parece ser la postura del Gobierno de Joe Biden, que parece creer que la principal consecuencia de la ruptura del Tratado podría ser la limitación -o, tal vez, la suspensión total- del sistema de verificaciones mutuas, pero no prevé un aumento de las cabezas nucleares rusas en activo ni un plan a medio o largo plazo de Moscú para rearmarse.
TRES RAZONES
Los motivos de esa tranquilidad parecen ser tres. Por un lado, el Nuevo Tratado START permite a cada uno de los dos signatarios -Rusia y EEUU- el despliegue de 1.550 cabezas nucleares estratégicas activas (aunque en realidad hace trampa y podría permitir algunos centenares más) en 800 tubos lanzamisiles o bombarderos. Eso es más que suficiente para hacer la guerra atómica y, con un poco de suerte, no dejar a nadie vivo para contarlo, así que no hay mucha necesidad de ir más allá.
En segundo lugar, el Nuevo START solo afecta a las armas estratégicas, es decir, las que se emplearían para atacar objetivos muy alejados del campo de batalla. En el caso que nos ocupa, por ejemplo, París, Londres, Bruselas, Berlín o Madrid. Pero, en Ucrania, Rusia ha amenazado con emplear armas tácticas, más pequeñas y destinadas a usarse en el frente o sus proximidades. Así que el potencial uso del arma atómica por parte de Moscú en Ucrania no se ve afectado por el Nuevo START. Igual que no se ve afectado el de EEUU, con aviones como el F-35 y el F-16 con capacidad para llevar y lanzar armas nucleares tácticas.
Y, finalmente, el equipo de Joe Biden no logra imaginar cómo puede ponerse a desarrollar misiles atómicos nuevos un país que, pese a tener al 80% de los efectivos de su Ejército de Tierra involucrados en la invasión de Ucrania y no sea capaz de tomar una localidad como Bajmut, de 71.000 habitantes, es decir, algo más pequeña que Avilés (Asturias) o Ferrol (A Coruña).
Así que EEUU ha optado por esperar y ver. El secretario de Estado de ese país, Antony Blinken, dijo ayer, tras conocer el discurso de Putin, que la decisión era “profundamente desafortunada e irresponsable”, y reafirmó que Washington está “dispuesto a hablar” con Moscú. Pero también declaró: “Vamos a estar listos para proteger nuestra seguridad y la de nuestros aliados”. Rusia es un tigre de papel… pero con dientes nucleares.
Agencias