NotMid 26/07/2023
EDITORIAL
La represión legislativa contra la comunidad LGTBI que ha recrudecido Putin en Rusia es la última evidencia de que en su guerra contra Ucrania siempre hubo mucho más en juego que un territorio, que la soberanía de dos estados. Desde el principio, advertimos que la invasión implicaba un intento de derribar el modelo de vida humanista, el de los principios universales, cimentado desde hace décadas sobre los valores del respeto de la dignidad humana, la libertad, la democracia y la igualdad.
Putin acaba de ratificar la ley que prohíbe a los ciudadanos rusos el cambio de sexo, tanto quirúrgico como en documentos oficiales. Además, anula sus matrimonios y les impide adoptar o tener la custodia de un menor. Este ataque a las libertades es el colofón a la deriva ultraconservadora que arrancó en 2013 en un país donde se castiga más mostrar una relación LGTBI en público que cometer una agresión física. Bajo el terrorífico argumento de preservar a Rusia para la posteridad y levantar una barrera contra la corrupción occidental, se trunca así la vida de miles de ciudadanos a los que sólo queda el exilio. Cuando este periódico entrevistó a Zelenski hace un mes, el presidente de Ucrania ya destacó este componente moral: «Nos importa que los valores ucranianos coincidan con los vuestros […]. Queremos la libertad».