En Ucrania se dirime el grado real de compromiso de los demócratas con la defensa de la libertad
NotMid 10/02/2022
OPINIÓN
La visita del ministro de Exteriores a Kiev para reunirse con su homólogo ucraniano es un gesto acertado de deferencia que al mismo tiempo persigue reforzar el compromiso de España con sus socios europeos. Bien está que Albares muestre la solidaridad de nuestro país con Ucrania, que lleva mucho tiempo viviendo bajo la terrible amenaza de una invasión rusa. El ministro no se salió de la posición oficial de la UE en favor del diálogo y la distensión. «Éste es el momento de la diplomacia», insistió, quizá con más optimismo que convicción. Porque ni él está en condiciones de asegurar en estos momentos el éxito de la vía diplomática ni la postura de España es por desgracia demasiado relevante en el seno de la UE y de la OTAN.
De hecho, ni siquiera lo es la de Francia a ojos del principal responsable de la escalada prebélica: Vladimir Putin. A nadie se le oculta el trasfondo político que subyace a los esfuerzos diplomáticos de Macron en las últimas horas, a raíz de su reunión personal con Putin. De aquella reunión salió el presidente francés proclamando la disposición de Rusia a emprender una desescalada o al menos a detener la escalada, pero el Kremlin no ha tardado en verter un jarro de agua fría sobre las expectativas creadas por Macron, que ha visto en la mediación en este conflicto una oportunidad para ocupar el vacío de liderazgo continental dejado por Merkel, y de paso relanzar su imagen en vísperas de una campaña electoral decisiva. «Francia es un país líder en la UE, Francia es miembro de la OTAN, pero París no es el líder», ha declarado el portavoz del Gobierno ruso. Una forma de rebajar las ínfulas del presidente francés y de emplazar a Joe Biden a atender sus exigencias; es decir, a ceder a su chantaje: o Kiev se entrega a la órbita de influencia rusa o hay guerra.
El líder francés quiere ver señales de que Putin desea evitar la vía militar y buscar algún tipo de acuerdo con Occidente. Pero los 100.000 soldados rusos siguen en la frontera y el autócrata ruso sigue decidido a impedir por las buenas o por las malas que los ucranianos determinen libremente su futuro. Como cualquier ultranacionalista inclinado al imperialismo etnicista, no reconoce la soberanía ucraniana, y por supuesto no quiere ni oír hablar de que esa sociedad emprenda libremente el camino de la convergencia europea. Su razón no es el derecho sino la fuerza, y su ventaja es la debilidad de EEUU -manifestada explícita y vergonzosamente en Afganistán- y de las opiniones públicas europeas, reacias a cualquier sacrificio bélico. Por eso en Ucrania se dirime el grado real de compromiso de los demócratas con la defensa de la libertad.
ElMundo