El expresidente insiste en que no regresará a España si no es con la inmunidad de europarlamentario
NotMid 14/01/2023
OPINIÓN
IÑAKI ALLAKURÍA
Carles Puigdemont es un político atrapado en su cobardía, la que le llevó a huir en el maletero de un coche y a renunciar al capital del victimismo del 1-O que tan bien ha aprovechado Oriol Junqueras tras su paso por el trullo y el posterior pacto con el PSOE. Así como encadenado a una promesa de regreso a Cataluña que, seis años después de su espantá, a pocos importa pero a nadie conviene. Empezando por él mismo, si no consigue antes que el TJUE garantice su inmunidad como europarlamentario, y por su partido, JxCat, que ha encomendado al jubilado Xavier Trias resucitar el lucrativo pujolismo, el añorado espacio convergente de poder y corrupción, a partir de un buen resultado en las elecciones de Barcelona, con un discurso que prioriza la gestión «responsable», por supuesto, y una (aparente) moderación.
La reforma del Código Penal impulsada por el Gobierno para favorecer a Josep Maria Jové y Lluís Salvadó, secretarios de Junqueras en la organización del referéndum ilegal, y evitar que dos tipos que lo saben todo sean condenados a penas de prisión y peligre el pacto PSOE-ERC, abría una pequeña ventana para el regreso de Puigdemont, al eliminar el delito de sedición. Pero esta fue cerrada rápidamente por el magistrado Pablo Llarena al mantener en la euroorden la petición de los delitos de desobediencia y malversación de caudales públicos, que en su modalidad más grave podrían suponer una condena de 12 años de cárcel.
La respuesta de Puigdemont, que se sabe un cadáver político al ser visto por amplios sectores de la sociedad catalana, que reniegan ahora del procés, como el desagradable icono de una derrota colectiva, ha sido la misma que en los últimos cinco años: negarse a volver a Cataluña «ni esposado ni rendido ante un juez español». Agarrándose a la batalla judicial que mantiene en Europa con la justicia española, y de la que ha obtenido resultados muy favorables. Su abogado y asesor Gonzalo Boye, distinguido ex colaborador de ETA y actualmente imputado por sus relaciones con el narco Sito Miñanco, confía en que el Tribunal de Justicia de la Unió Europea (TJUE) acabe pronunciándose favorablemente el 31 de enero sobre el alcance de las euroórdenes de Llarena y que el expresidente catalán la inmunidad europarlamentaria.
Solo con la garantía de sortear la cárcel, Puigdemont cumplirá con su promesa de regresar a Cataluña. A poder ser entre el mes de marzo y abril, con la esperanza de incendiar las calles y reventar las elecciones de mayo. Una amenaza al pacto de estabilidad entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès -cuyo principal logro ha sido convertir a ERC en el partido alfa del nacionalismo, destruyendo a JxCat, y al fugado en un estorbo en el nuevo statu quo catalán-, que es la baza que le resta a Puigdemont en su intento de hallar una solución a la huida que le ha acabado condenando a la triste insignificancia.