Ahora la novedad es que Sánchez debe contar también con la calle. Y con sus adoquines
NotMid 09/11/2023
OPINIÓN
ARCADI ESPADA
La novedad de que un relato de la derecha sirva a la violencia en las calles. En España la violencia callejera ha sido, hasta ahora, frecuente epílogo de manifestaciones convocadas por la izquierda o por el nacionalismo. En esos momentos candentes actúan los adictos a la algarada, que viajan a veces de una ciudad a otra, como el que busca plan. No debe descartarse que en Madrid combata adrenalínico algún veterano que ya estuvo en el tsunami barcelonés o incluso en otra fiebre amarilla como la de París.
El compromiso ideológico de sus acciones es inexistente: solo buscan el humo que embriaga y el garrotazo que aparatosamente sangra; y todo se les debe dar, siempre bajo receta y en la posología adecuada. Lo instructivo de la novedad derechista son las reacciones que suscita. La hipocresía socialdemócrata se muestra, por vez primera, ajena a las causas. Ella, que es tan diligente en enumerar más o menos subrepticiamente las causas de los peores delitos, incluidos los terroristas, abdica esta vez de la evidencia que ha llevado a la derecha a usar la calle. Esta evidencia, resumida, es que el presidente Sánchez negocia con un criminal, perseguido por la Justicia, y a cambio de su llegada al Gobierno le ofrece el borrado de sus crímenes. Puede que haya motivo, francamente. Más interesante, incluso, que la hipocresía socialdemócrata es la pusilanimidad conservadora.
De pronto les entra a líderes, portavoces y editorialistas un sudor frío y empiezan a cuestionarse, por ejemplo, la legitimidad de las protestas ante la sede de un partido. Como las niñas pijas habría que decirles: «¡Perdoooonaaaa?». Un partido político no es un domicilio particular. Un partido político no es la sede de la soberanía popular. Un partido político no es un tribunal de Justicia, fachadas moralmente intocables ante las que la izquierda y el nacionalismo se han manifestado sin tregua y sin decencia. Un partido político es una opinión, y estaríamos frescos. A la derecha le preocupa también que la violencia acabe perjudicándole electoralmente. Su falta de práctica. Cuando las sanguijuelas chupan la sangre de los relatos de la izquierda, los relatistas ni se inmutan: «Son infiltrados». «Los de siempre». «Una minoría». Y a seguir cavando. A la hora de poner en práctica algunas de sus políticas, la derecha siempre ha evaluado con temor reverencial los incendios en la calle. Y solo se trataba, pongamos, de la reforma laboral; no de negociar el poder con criminales. Ahora la novedad es que Sánchez debe contar también con la calle. Y con sus adoquines. Su falta de costumbre. Liquidado aquel Fraga, la calle nunca dejó de ser de los suyos.