NotMid 11/07/2023
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
En la noche del 10 de julio de 2023 tuvo lugar un experimento interesante. Un hombre de mediana edad nacido en una aldea de Orense fue puesto a debatir en un plató de televisión contra un sofisticado prototipo de inteligencia artificial, generado por ordenador conforme a canones convencionales de belleza masculina, que concurre a las elecciones en representación del progreso. El PSP-Castejón había sido presentado como un software pionero, programado para la conquista y la retención del poder pero no para responder moralmente de su ejercicio, porque la moral no deja de ser un atributo humano, demasiado humano. El señor de Orense, por su parte, había sido presentado como un aspirante inexperto que rehúye el debate y encarna la involución hacia la España negra, “tenebrosa” al decir de su oponente digital. Decididamente el experimento no salió bien. Este debate no habrá servido para alentar las esperanzas de la comunidad científica en la inminente convergencia entre el humano y la máquina.
Los ingenieros que han diseñado a PSP-Castejón olvidaron no ya introducirle el sentido del humor sino colorear convincentemente el blanco de los ojos, destensar la piel sintética que rodea el arco ciliar, engrasar la articulación de las manos en prevención de temblores extemporáneos y reparar a tiempo la línea de código en la que se encasquilla el habla cuando el prototipo es interpelado en pie de igualdad, con árbitros equitativos y sin bancadas de palmeros. Al orensano le bastó con rogar reiteradamente que le dejara hablar para que el simulador biónico comenzara a desestabilizarse. Dos cosas propuso el aspirante: que su interlocutor se tranquilizase y que juntos firmaran un pacto para permitir el gobierno del ganador. Dos propuestas tan elementales, tan propias de eso que los terrícolas llaman sentido común, que el cableado del prototipo empezó a emitir señales de colapso y dos gotas de aceite afloraron a su ceño fruncido.
Ni siquiera en el bloque económico, de cuyos datos tanto presume por lógica consanguineidad con las motos, dejó de parecer un nervioso opositor el presidente. Y solo en lo tocante a la violencia machista se le vio persuasivo. De Marruecos a Bildu, de la Justicia a la ley del sí es sí, del Falcon a la mentira como programa por defecto: el debate a Feijóo finalmente se le hizo corto. No perdió el control de la conversación en ningún momento, dominando la argumentación tanto como la interrupción -un arte humanísimo- e interpelando a Sánchez con pausada retranca hasta anularlo por completo.
Cuando acabó el experimento una densa niebla galaica envolvió las calles de España. Y estamos en julio.