“Esa carta no es una expresión de amor desviado sino un recto llamamiento al odio entre españoles”
NotMid 24/04/2024
OPINIÓN
JORGE BUSTOS
Hay una verdad en la epístola de Pedro a los españoles: es un hombre profundamente enamorado. No de su mujer, naturalmente. En su dolorido corazón solo hay sitio para uno. Pedro se ha escrito la enésima carta de amor a sí mismo, entre el melodrama y el onanismo, entre Caracas y Estambul, entre la boda de Lolita Flores y el chalé plebiscitario de Galapagar. Pero si solo fuera eso nos reiríamos. El problema es que esa carta no es una expresión de amor desviado sino un recto llamamiento al odio entre españoles. La marca de la casa. La marca de Caín.
La reacción de sus ministros va destapando la patética maniobra de una psique incompatible con la responsabilidad. Jamás ha sido un presidente del Gobierno. Jamás se ha planteado dejar de serlo por propia voluntad. Así que viéndose rodeado por escándalos sucesivos y extorsionado por socios inestables ha tocado la puta corneta y ha salido en tromba el pelotón de los patxis a gritar: “¡No pasarán!”.
Porque esta es la clave polarizadora de la jugada, la vuelta de tuerca al manual guerracivilista que está desgarrando la convivencia de esta nación. La única forma que tiene Pedro de que le quieran es encendiendo el odio de unos españoles contra otros. Por eso trufa su ortopédica prosa de lamentos a causa de la derecha-y-la-ultraderecha, señalando con claridad al enemigo contra el que azuzar sus perros de presa, en vez de explicar qué coño pintaba su mujer traficando con influencias entre empresas privadas que recibían fondos públicos mientras le financiaban la carrera profesional que nunca ha tenido. No hay una sola democracia occidental en que estos hechos no cursen con rendición de cuentas, como bien sugiere el titular del Financial Times. Otro periódico fascista, claro.