No separar la vida de la obra es un absurdo ejercicio de corrección política
NotMid 13/09/2022
EDITORIAL
Los Reyes presidieron ayer el acto inaugural del Año Picasso, una importante cita cultural que desarrollará un ambicioso programa de exposiciones, congresos y otros eventos por el 50.º aniversario de la muerte del genial artista. La excepcionalidad de la obra de quien es quizá la mayor figura del arte del siglo XX bien merece una conmemoración de estas características. Pero pareciera que para el Gobierno no es suficiente con promover otro acercamiento del público a la obra del genio que imprimió un nuevo rumbo a la historia de la pintura, sino que aprovecha para practicar un moralismo fuera de lugar.
Así, el ministro Iceta subrayó ayer que se va a poner sobre la mesa el debate en torno a la vida de «excesos» del autor del Guernica, haciendo hincapié en que «hay facetas de su vida que, a la luz de hoy, pueden ser contestadas». Estamos ante una consecuencia más del auge del neopuritanismo identitario que ha generado la llamada cultura de la cancelación. Porque es innegable que Pablo Picasso, como tantos otros artistas o escritores, tuvo una biografía que en muchos aspectos soporta mal el juicio ético conforme a la sensibilidad de hoy. Pero no se celebra la vida de Picasso sino su obra, y no separar la una de la otra cuando hablamos de artistas que llevan décadas muertos es un absurdo ejercicio de corrección política que nos convierte en dogmáticos censores retrospectivos.