Los lazos del presidente electo de Colombia con la dictadura chavista encienden alarmas en el corazón del país
NotMid 03/08/2022
IberoAmérica
Para nadie es un secreto la admiración del Presidente electo Gustavo Petro por Hugo Chávez. Cuando trabajaba en El Tiempo quien lo llevó para una entrevista que le hice en 1997 fue el electo primer mandatario de los colombianos. Por cierto, cuando fui vicepresidente esa entrevista sirvió para amainar una de las tantas crisis que se dieron entre nuestros países, pero eso es para otro momento.
La verdad es que hoy Colombia enfrenta un cambio radical de política exterior frente a un vecino que ha sido hostil durante los pasados 26 años. Un vecino que alberga, protege y promueve los grupos terroristas colombianos que desde allí planean y realizan atentados en nuestro país. Un vecino que sin duda en los últimos 10 años se ha convertido en epicentro y refugio del narcotráfico y de narcotraficantes que financian la violencia en Colombia. Y un vecino que hoy es el más grande violador de derechos humanos del continente y que tiene un líder que no sería extraño acabe juzgado por la Corte Penal Internacional por las atrocidades que su régimen comete contra ciudadanos inermes.
Ni hablar del elemento geopolítico en cuestión. Hoy Venezuela es unos de los aliados más cercanos a Rusia, el más cercano a Irán y una cabeza de playa importantísima para China. Es decir, hoy Venezuela hace parte de ese nuevo eje autoritario que tiene como propósito global a largo plazo crear una hegemonía donde las democracias no tiene cabida o son sumisas a ese poder mayor. No es casualidad ni mucho menos común la visita de una delegación de alto nivel, con el segundo del Consejo de Seguridad de la Casa Blanca a bordo, antes de la posesión a un mandatario electo. El mensaje es claro, amistoso en principio, pero también realista frente a quien no cabe duda va a tener una política poco amistosa con Estados Unidos.
Finalmente están los más de 3 millones de refugiados venezolanos que huyeron del hambre la gran mayoría pero de la represión también y son refugiados políticos que necesitan protección, seguridad y confianza.
Es en este escenario interno y externo que Petro comienza a reanudar las relaciones con el estado fallido vecino en el que su gobernante no controla el territorio. Las decisiones en todo sentido van a tener repercusiones en Colombia y en el exterior que afectarán no solo la historia democrática del país sino la legitimidad del mandatario y su compromiso y legado con los derechos humanos, la democracia y las libertades.
No hay venezolano en Colombia que no tenga una de dos preocupaciones. La primera: me fui de Venezuela huyendo del hambre y ahora, me va a volver a pasar. Y la segunda, hui por la represión, ¿estoy seguro en Colombia? Frente a la primera ya hay miles de venezolanos que están viajando hacia Estados Unidos. Prefieren no esperar y los números de capturados en la frontera de Texas muestran ese aumento de emigrantes muchos de Colombia. Los que no se han ido siguen con el temor y esperarán a ver si este gobierno tiene una política económica sensata o no. Eso si, la pregunta de muchos de ellos y de la comunidad internacional es si el TPS (permiso temporal de estadía) se mantiene o si el nuevo gobierno los va a convertir en migrantes indocumentados y explotados.
Frente al segundo tema, el de los perseguidos políticos la pregunta que se hacen es si van a recibir la protección del gobierno de Duque para ejercer sus libertades y sus derechos democráticos como perseguidos políticos o si van a tener la política incierta de Santos que extraditó a Lorent Saleh a Venezuela para ser torturado o permitió el secuestro de Fernando Balda a quien luego extraditó a Ecuador para ser entregado a Correa. Periodistas, políticos, activistas están preocupados, muy preocupados, que Petro como lo hizo Santos, se olvide de la tradición histórica de asilo que tiene Colombia y por amistades o necesidades políticas entregue a ciudadanos para enfrentar indefensos una dictadura. Sería de gran utilidad que el nuevo gobierno deje en claro cual va a ser su compromiso con estos asilados y sus derechos o si su discurso de derechos humanos es solo para unos y no para todos. En este escenario la comunidad internacional, la comprometida con las libertades tiene un gran papel que jugar.
El manejo de Venezuela debe partir de una mirada realista y no ideológica. Está bien negociar la paz con el ELN y los narcos pero Petro debe entender que su principal deber es proteger a los colombianos. La política de abrazos no balazos de López Obrador deja el doble de asesinados en México en tres años. En Colombia después de lo que vivimos en las décadas antes de Uribe el pueblo no se aguanta un retroceso de esa magnitud en materia de seguridad. Veo pocas mejoras posibles de fondo en la relación pues Maduro necesita al ELN para protegerse y a los narcos para subsistir económicamente. La apertura de fronteras y una aparente normalidad es lo máximo que vamos a ver a pesar de la propaganda que vamos a recibir. Hoy Venezuela es un estado fallido, es una Somalia en América y Petro no puede olvidarse que es el Presidente de los COLOMBIANOS.
Su cercanía con Venezuela, y por ende con Rusia e Irán, era más fácil de manejar antes de la invasión de Ucrania. El mundo internacional en el que va a gobernar es muy distinto al que le tocó al mismo Duque. Es más peligroso, es menos estable y de cierta manera con cada paso que de se va a medir. Volvemos a un mundo bipolar entre democracias y autoritarismo. Y debe ser muy cuidadoso en el manejo de ese entramado geoestratégico en el que Colombia juega un papel primordial. Europa y Estados Unidos van a medir a Petro en sus decisiones. Está bien el abrazo, la cumbre. Pero en decisiones fundamentales Petro no se puede equivocar. O se está al lado de las democracias o se está al lado de las dictaduras.
Finalmente por lo mismo se va a acabar midiendo la gestión interna de Petro. Afianzó la democracia y respetó las libertades en los próximos cuatro años o al contrario no entrega o entrega a un remedo, al estilo Fernández en Argentina, una democracia debilitada y en tremenda crisis económica. Pronto empezaremos a saber.
Por Francisco Santos
Ex vicepresidente de Colombia – Periodista