La credibilidad es un capital indispensable para un Gobierno y éste lo ha dilapidado como un broker enloquecido
NotMid 03/05/2022
OPINIÓN
RAFA LATORRE
El actor que sufre un ataque en plena representación corre el peligro de que el público considere que el trance es parte de la trama. El desconcierto que se produce cuando la realidad irrumpe en el escenario de una ficción y no logra imponerse más allá de la cuarta pared ha sido explotado por numerosos creadores. Si lo que se representa es una comedia, el grito angustioso de un compañero de reparto que clama por un médico en la sala bien puede desatar unas carcajadas en el patio de butacas.
Imaginemos que todo lo que el Gobierno ha dicho respecto de la infección de los móviles del presidente y la ministra de Defensa es absolutamente sincero. Que el gabinete presidencial sea una factoría de disparatadas ficciones no contribuye a que el respetable se lo tome en serio. Sobre todo porque la escenita encaja con una coherencia inatacable en cualquiera de las tramas propagandísticas con las que Sánchez pretende procurarse un vigor demoscópico.
La credibilidad es un capital indispensable para un Gobierno y éste lo ha dilapidado como un broker enloquecido. Los montajes, las sobreactuaciones, los artificios, los relatos, hay tantos ejemplos y tan recientes de ardides patéticos, como el desopilante episodio de las navajitas con el que pretendieron reventar la campaña madrileña, que no deberían enfadarse si alguien en sus butacas prorrumpe en una carcajada cuando escucha que ahora, justamente ahora, han descubierto un troyano en el dispositivo de Sánchez.
Que los móviles de la cúpula del Ejecutivo hayan sido vulnerados con un software espía es un asunto de extrema gravedad. Por ello y, sobre todo, porque por sus antecedentes es tan probable que esté gestionando esta crisis con su enfermizo oportunismo, el Gobierno debería actuar con exquisita transparencia y el taimado ministro Bolaños no lo ha hecho. Nadie se explica por qué la infección ha tardado casi un año en ser detectada y exhibida. Tampoco ha aclarado si hay otros móviles infectados y por qué no esperó a comprobarlo para presentarse ante la opinión pública. Su convicción de que se trata de un “ataque exterior” es tan huérfana de argumentos que parece más emparentada con la intuición que con el conocimiento.
Lo inverosímil no es la infección, claro, ni tampoco la fecha del ataque, que inevitablemente pone bajo sospecha al vecino del sur. Lo que resulta del todo increíble es que el Gobierno no haya decidido imponer uno de esos cambios drásticos de tema cuando la conversión pública se pone incómoda. El problema es que para hacer creíble algo, lo que sea, es preciso conservar algo de credibilidad.
ElMundo