Busca apoyo de lo que no le queda más remedio hacer: intervenir el poder judicial y limitar la libertad de prensa
NotMid 29/04/2024
OPINIÓN
DAVID MEJÍA
La comparecencia duró diez minutos. Es sintomático que el presidente no anunciara su decisión hasta el minuto ocho: una operación emocional de esta envergadura exige jugar con el tempo dramático, y siempre da gusto recrearse en la expectativa ajena. Ha decidido continuar porque marchándose haría un favor a los malos, autores de complots mediáticos y judiciales que desde hace diez años acosan a su familia. Pedro Sánchez se queda, pero no de brazos cruzados: se queda para desarmar a los maquinistas del fango. Se queda para regenerar el país que han degenerado con sus bulos, insultos e infundios las derechas mediática, política y judicial. Pedro Sánchez se queda para limpiar España.
El presidente aludió a las manifestaciones a su favor: se mostró agradecido y admitió que habían influido en su decisión. Quien no haya seguido las noticias en los últimos días pensará que fueron millones de ciudadanos los que tomaron las calles para arropar al presidente, cuando apenas fueron unos cuantos miles militantes socialistas. Pero la realidad no importa, lo importante es armar una buena ficción: el héroe herido se retira y regresa, por aclamación popular, para destruir a su adversario.
El elemento popular es un ingrediente básico de la maniobra, porque una limpieza profunda exigirá apelar a la legitimidad del «somos más». La estrategia es convencer al mundo de que quien dice «basta» no es Sánchez, sino el pueblo. Es irónico que el pueblo, siempre tan sabio, no repare en que no lo invitaron a la fiesta hasta que el fango salpicó la chaqueta del líder. Deben creer que es una casualidad que el Presidente llame a la cruzada contra la ola reaccionaria la misma semana que un juez abre diligencias contra su esposa.
Una vez más, el presidente perdió la ocasión de negar que su mujer haya intermediado con empresas u organizaciones que resultaron receptoras de ayudas públicas. No perdió la ocasión de repetir que su mujer está siendo víctima de una cacería. Habló de bulos, claro, pero hizo después una reivindicación llamativa: la mujer de un político debe poder continuar con su actividad laboral.
Definió su regreso como un punto y aparte. Ahora es el momento de que la mayoría social se movilice para defender la democracia. Teniendo en cuanta que gobierna él, se entiende que este es un llamamiento a que el pueblo se movilice en apoyo de lo que no le queda más remedio hacer: intervenir el poder judicial y limitar la libertad de prensa. El presidente habla de los medios como si estuviéramos indefensos ante la mentira, como si no existieran los delitos de injurias, calumnias o difamación. El mensaje de vulnerabilidad es más creíble cuando ignora la existencia del código penal.
Vuelve a ponerse de relieve una paradoja: el problema no es que la oposición no reconozca la legitimidad del Ejecutivo, el problema es que el Ejecutivo sólo reconoce su propia legitimidad y considera que el resto de poderes deben estar sometidos a él. Y así procederá. Con la aquiescencia de medio arco parlamentario, millones de ciudadanos, cientos de periodistas y un puñado de actores que aplaudirán la toma de la justicia, la restricción de la libertad de prensa y lo que sea necesario para limpiar el país de todo lo que moleste a su líder.