NotMid 05/01/2024
EDITORIAL
El comportamiento público reiterado del portavoz de Vox en Madrid, Javier Ortega Smith, es la última exhibición de una ética y una estética contrarias a la democracia que Vox está cultivando de forma creciente y que solo cabe denunciarse. El 22 de diciembre, en un gesto inadmisible, se dirigió con un ademán violento al concejal de Más Madrid Eduardo Fernández Rubiño. Ayer fue reprobado por ello en el Pleno y, lejos de expresar la mínima contrición, se enfrentó al resto de portavoces e incluso se ausentó del hemiciclo cuando arrancó la segunda ronda de intervenciones y le tocaba el turno al edil agredido. Fuera del edificio se vio jaleado por simpatizantes.
Se trata de la segunda reprobación de Ortega Smith, en esta ocasión con el apoyo del PP y de José Luis Martínez-Almeida. La única salida honrosa para el portavoz es abandonar su acta y así debería exigírselo Santiago Abascal, tal como ocurrió con el edil socialista Daniel Viondi después de que le tocara la cara al alcalde, en un gesto con menor carga violenta que el del dirigente de Vox. En democracia las actitudes violentas son injustificables. Vox se queja de su criminalización, pero figuras como la de Ortega Smith -que recientemente se encaró también con la Policía en las protestas ante la sede del PSOE- solo contribuyen a dibujarlo como un partido extremista y antisistema.