En Bruselas hay más de 5.000 personas sin hogar, 1.000 de ellas menores. Y buena parte duerme al raso cada noche a temperaturas bajo cero
NotMid 27/12/2022
OPINIÓN
PABLO R SUANZES
Una fría tarde de diciembre, hace 35 años, un grupo de scouts, a la vuelta de un campamento, quedó conmocionado cuando su tren llegó a la Estación Central de Bruselas. Allí, bajo los enormes techos diseñados por Victor Horta, se refugiaban decenas de personas sin hogar. Los críos volvieron con café caliente y bocadillos, y así nació Operación Termo, una ONG que desde 1987 ofrece un menú, entre noviembre y abril, a los más expuestos.
Los sin techo de Bélgica llaman siempre la atención. Son muchos, muy vulnerables y frecuentemente al raso con bebés. En cada plaza, galería, cajero automático. En la última década, el número se ha doblado, y este 2022 la situación está descontrolada, coincidiendo con termómetros por debajo de 10º bajo cero. Los servicios están saturados y los refugiados resisten donde pueden, incluyendo un edificio de Schaerbeek donde malviven 700 o la terminal del Eurostar por las noches.
Casi un tercio de la población de la capital vive con ingresos por debajo del umbral de riesgo de pobreza. Son 1.284 euros al mes para un soltero, que puede parecer mucho desde España pero dan para poco aquí, y menos tras la pandemia y la crisis energética. Casi el 15% de la población no puede pagar a tiempo las facturas.
Hay centros de apoyo en Botanique y un albergue de emergencia en el Estadio Rey Balduino, pero evidentemente no basta. Este mes, el Gobierno federal ha aprobado una partida adicional de 20 millones de euros, pero llega tarde. En 2022 ha llegado un número récord de demandantes de asilo, de Afganistán, Siria, Burundi y desde luego Ucrania. La Fundación Rey Balduino calcula que hay unas 5.300 personas en las calles de la villa, de las que casi 1.000 son menores de edad. En noviembre, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ordenó al Estado que proporcionara de inmediato alojamiento y cuidados a un demandante de asilo guineano que lleva durmiendo en la calle desde su llegada el pasado verano. Y hay cientos en las mismas condiciones.
ASOCIACIONISMO
La organización Infirmiers de rue dice que al menos 700 personas duermen en la calle, y casi otras tantas en Lieja o Amberes. Para concienciar a una sociedad sorprendentemente pasiva con esta cuestión (Bélgica tiene un asociacionismo fortísimo, una participación notable en protestas y manifestaciones y una red solidaria enorme), los voluntarios organizaron en otoño una noche en vela, en la que se llevaban a sufrir sin abrigo a quien quisiera entender de cerca la realidad de un problema creciente.
Bélgica, tan social como individualista, con un estado tan grande como indiferentes son sus miembros a lo que pase a 50 metros, es conocida por probar fórmulas innovadoras, como mandar a jueces y fiscales un fin de semana a una prisión para que se hagan una idea de lo que afrontarán los culpables que condenen. Pero en materia de personas sin hogar son tan clásicos y cobardes como los demás. Dejan que cada uno viva como quiera (sic), fieles a su tradición no intervencionista, para compensar con las recetas de siempre. Algo que en una ciudad tan amable para el expatriado como hostil y fría para el pobre, el marginado y el inmigrante, claramente no está funcionando. Ni lo hará.