NotMid 13/05/2024
OPINIÓN
DAVID MEJÍA
Las elecciones alumbran dos verdades incontrovertibles: la victoria del PSC y la derrota de ERC, que pierde el Govern y la hegemonía entre los independentistas. Por ironías del destino, Esquerra tendrá la mano de la gobernabilidad. El independentismo no suma, por lo que un apoyo de ERC a Junts sería una llamada a la repetición electoral. Pero si Esquerra accediera a formar un tripartito junto a PSC y Sumar, Illa sería president de la Generalitat, para disgusto de Puigdemont y, quizá, de Sánchez.
Lo que es seguro es que el PSOE presumirá de los buenos resultados del PSC y de los malos resultados del independentismo, cuyo porcentaje de voto (42%) queda por primera vez en mucho tiempo por debajo del voto no-independentista. El optimismo se ha extendido más allá de Ferraz. Los más entusiastas hablan incluso de un Parlament de mayoría constitucionalista. Yo no soy tan optimista. Las categorías independentistas frente a no-independentistas no sirven para explicar ni la sociología de Cataluña ni los movimientos en su parlamento. El indicador relevante no es la voluntad de independencia, sino la connivencia con las políticas nacionalistas. En el Parlament existen, en efecto, dos bloques. Pero dichos bloques no son independentistas frente a no-independentistas, sino nacionalistas frente a no-nacionalistas. Si existiera tal cosa como un bloque no-independentista o una «mayoría constitucionalista» no sonaría a chiste hablar de un pacto PSC-PP-Comuns (dejo fuera a Vox para no matarlos de risa).
Recordemos esto cuando el PSOE saque pecho por el nuevo equilibrio: «¡Gracias a nosotros baja el independentismo!». Porque no es coherente presumir del buen resultado del voto no-independentista mientras se despliega un cordón sanitario ante los partidos que lo cosechan. No es lógico celebrar como un éxito propio que los ciudadanos voten al PP en lugar de a Junts y después vetar cualquier pacto con el PP. ¿Cómo hablar de «mayoría constitucionalista» si esa mayoría no puede articularse en nada? Permítanme que dude de la existencia de un bloque integrado por partidos que se avergüenzan de pactar entre sí. No dudo que PSC y los Comuns se opongan a la independencia, pero también se oponen, por ejemplo, a que se aplique la sentencia del 25% de castellano.
Recuerden que en los días calientes del procés Salvador Illa, entonces secretario de Organización del PSC, dijo «no participaremos de un referéndum sin garantías». Como los Comuns, el PSC es partidario de que Cataluña permanezca en España, pero también de que lo haga en condiciones inaceptables para muchos constitucionalistas, por ejemplo, con una Justicia propia o pacto fiscal mediante. Antes de descorchar el cava, en la calle Ferraz de Madrid y en la calle Nicaragua de Barcelona deberían preguntarse si los votos ganados no vendrán de esos independentistas que saben que la agenda nacionalista está a salvo mientras gobierne el PSC.