Los electores les han dado a los presidentes y alcaldes socialistas la patada que iba destinada a Sánchez
NotMid 29/05/2023
OPINIÓN
LUCÍA MÉNDEZ
Podíamos simplemente decir “apaga y vámonos”, y terminar aquí. Pero todas las victorias y todas las derrotas tienen sus razones, sus planteamientos, nudos y desenlaces. Y el planteamiento nos remite a un Ejecutivo, el primer Gobierno de coalición progresista de la democracia.
Hace cosa de un año, muchos dirigentes socialistas y varios presidentes autonómicos pidieron a Pedro Sánchez que rompiera la coalición con Unidas Podemos porque el socio de Gobierno tenía un efecto muy negativo para la reputación política de un partido de Estado como es el PSOE. Concretamente, bastantes dirigentes socialistas utilizaban la palabra “tóxico” para referirse al socio minoritario del Gobierno. El PSOE, según esas voces más críticas, llevaba el timón del BOE y de la dirección del Estado, pero el impulso antisistema de los ministros de Podemos era muy perjudicial para la solvencia y la seriedad que debe tener un Gobierno.
El pasado mes de diciembre, la mayoría de los dirigentes socialistas y de los presidentes autonómicos pidieron por favor al presidente del Gobierno que no reformara el delito de malversación y que exigiera responsabilidades a la ministra de Igualdad por la calamidad de la Ley de sólo sí es sí que rebajaba las penas a condenados por delitos sexuales. Pedro Sánchez hizo caso omiso de esas peticiones, y otras muchas que se le vinieron haciendo por el excéntrico funcionamiento interno del Gobierno de coalición. Las ministras y la vicepresidenta salían de la reunión del Consejo de Ministros criticando las reformas que acababan de aprobar en la reunión de un órgano colegiado. Nada de todo esto le parecía importante a la dirección socialista. Lo único relevante era cargar contra Alberto Núñez Feijóo por su “insolvencia y mala fe” para frenar la carrera del presidente del PP hacia las elecciones generales.
Desde Moncloa, el mensaje era: “Compañeros, sabemos lo que hacemos. Tenemos como líder al campeón de la resistencia. La economía va bien, el empleo va de lujo, el escudo social funciona, el Gobierno de coalición goza de buena salud, a pesar del ruido. Las elecciones irán bien. Estamos bien conectados con la sociedad. La política socialdemócrata es la que ayuda a la gente y los fondos europeos serán una revolución para modernizar España. Lo demás, sólo es ruido. Ruido de Podemos, ruido de la derecha radicalizada, ruido de Feijóo que es un líder insolvente en manos de Ayuso“.
Igual no era solo ruido. Casi seguro que no era solo ruido. Este 28-M ha evidenciado que el Gobierno de coalición ha perjudicado gravemente a los presidentes autonómicos y alcaldes socialistas. Ni Ximo Puig, ni Javier Lambán, ni Concha Andreu, ni Fernández Vara, ni Óscar Puente, ni Antonio Muñoz, ni el resto de los alcaldes que han palmado en estas elecciones eran políticos mal vistos en sus comunidades y ayuntamientos. Más bien eran gestores respetados. Por decirlo de alguna manera, representaban la centralidad política, la gestión sin aristas y la defensa de los valores mayoritarios en la sociedad. Se podría decir que encarnaban lo mismo que en Andalucía personifica y lidera Juanma Moreno. El liderazgo personal del presidente andaluz ha escalado muchas posiciones este 28-M. Los símbolos históricos del PSOE son suyos. Moreno se ha apropiado de la memoria histórica del socialismo. A ver cómo se recupera eso.
Desde hace ya muchos meses, los presidentes y alcaldes socialistas han querido dejar claro -incluso aquellos nada hostiles hacia Pedro Sánchez- que eran líderes y personas distintas al presidente del Gobierno. Y que el 28-M se presentaban ellos, no el presidente del Gobierno de coalición. El mensaje no ha sido captado por los ciudadanos de casi toda España. Les han dado a ellos la patada que iba destinada a Pedro Sánchez.
Capítulo aparte merece el socio minoritario de Gobierno, la actuación de las ministras de Podemos, la campaña lisérgica de Iglesias, Belarra y Montero; y -ay, ay, ay- el liderazgo emergente de Yolanda Díaz. La lección que ha recibido la vicepresidenta segunda del Gobierno es de las que hacen época. Ya casi de nada servirá que se presenten juntos Podemos y Sumar para repartirse la miseria de los votos que han logrado. Díaz ha hecho campaña por candidatos y candidatas que han perdido cargos y votantes a chorros. Igual la ilusión de Magariños era una burbuja.
La huida hacia adelante de Podemos ha terminado fuera de las instituciones madrileñas donde nació el 15-M. Una campaña obsesionada en denunciar a periodistas de prensa, radio y televisión. Y centrada en figuras como la candidata valenciana, sorda y lesbiana, que tuvo el pésimo gusto de sacar del armario en un mitin a la fallecida ex alcaldesa, Rita Barberá. La aspirante de Podemos se ha quedado fuera del Ayuntamiento valenciano, igual que fuera de la Asamblea de Madrid se queda la lona gigante con el rostro del hermano de Isabel Díaz Ayuso.
Emiliano García-Page, Adrián Barbón y, en su caso María Chivite, son la última frontera del PSOE.
Y quién sabe si volveremos a ver un cara a cara Sánchez-Feijóo en el Senado. Y si lo vemos, ya nunca será lo mismo.