Un presidente puede ser como Mazón. Pero si le falla a sus ciudadanos en una tragedia tan grande, tiene que dejar de serlo
NotMid 16/11/2024
OPINIÓN
LUCÍA MÉNDEZ
Cuando a Loyola de Palacio -una de las políticas más brillantes que ha tenido el PP, desaparecida demasiado pronto- le preguntaban por tal o cual líder conservador, ella utilizaba una expresión que nunca he olvidado. «No es precisamente Disraeli, pero tiene cualidades de líder». Benjamin Disraeli (1804-1881) es uno de los políticos más venerados del Reino Unido. Gentelman, hedonista, culto y carismático, orador apasionado y escritor, fue primer ministro y renovó el conservadurismo. Yo me acuerdo mucho de mi amiga Loyola y alguna vez tomo prestado su comentario.
Carlos Mazón no era precisamente Disraeli cuando el PP de Pablo Casado echó de mala manera a Isabel Bonig y le puso a él. No era Disraeli, pero lucía simpático, amablemente frívolo, expansivo y jovial, con un cierto aire al Zaplana virrey levantino que llevó al PP a la gloria. Además, se comprometió a rodearse de los mejores gestores, buscándolos debajo de las piedras. El relato era acabar con el «fracaso del pacto del Botànic».
Sabíamos que Mazón no era Disraeli y ahora tenemos la constancia de que dispone de una cara de cemento armado.
Hace falta mucha desenvoltura y un alto nivel de desahogo para ser el competente -con perdón- en materia de emergencias y echar la culpa de no dar la alerta a la Confederación Hidrográfica. Se necesita una frescura de primera división para denunciar un apagón informativo, habiendo estado incomunicado durante horas comiendo tranquilamente en un exquisito restaurante mientras se inundaban pueblos y ciudades enteras de la comunidad que aún preside.
Si no fuera porque estamos hablando de una tragedia espantosa que se ha cobrado más de 200 vidas humanas y una devastación infinita, podríamos tomarnos el discurso de Mazón ante las Cortes valencianas como una broma de las suyas en cualquier encantadora velada de karaoke.
A cualquiera puede sobrevenirle una tragedia sin precedentes. Nadie fue capaz de prever el desastre del Barranco del Poyo que, según los expertos, sucede cada 500 años. Un presidente puede estar desbordado por la magnitud de la desgracia. Un presidente puede quedarse en shock, paralizado por la hecatombe. Un presidente puede no estar a la altura en momentos de duelo colectivo. Un presidente puede permitir que su consellera ofenda a las víctimas sin destituirla. Un presidente puede ser como Mazón. Pero si le falla a sus ciudadanos en una tragedia tan grande, tiene que dejar de serlo. Por dignidad. Esa palabra olvidada.