NotMid 15/02/2024
OPINIÓN
JUAN MANUEL RODRÍGUEZ
Este jueves se cumple un añito del mayor escándalo de la historia del deporte español, el conocido como caso Negreira, en honor (o, por mejor decir, deshonra) del ex vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros que estuvo cobrando durante al menos 17 años cuando menos 7,3 millones de euros por parte de diferentes directivas del Fútbol Club Barcelona, la de Joan Gaspart, la de Joan Laporta, la de Sandro Rosell y la de José María Bartomeu, y eso por no remontarnos a José Luis Núñez. En cualquier país del mundo y en cualquier otra Liga a estas alturas ya se habría adoptado algún tipo de castigo deportivo, pero en España no, y en la Liga por supuesto que tampoco. Es la nuestra una competición lo suficientemente desprestigiada como para que aquí no haya pasado nada aún.
Es más, yo percibo a mi alrededor cierto hastío cuando vuelvo a repetir eso de que el Barça pagó durante 17 años al vicepresidente arbitral, como si hubiera algo más importante que eso, como si nuestras vidas pudieran o tuvieran que seguir como si nada después de conocerse que Negreira ingresó al menos 7,3 millones de cuatro presidentes del Barça a lo largo de más de tres lustros. Siempre me he preguntado cómo se haría el traspaso de poderes de uno a otro presidente, por ejemplo de Gaspart a Laporta: “Mira, Joan, acaban los contratos de estos tres jugadores, a estos dos les prometimos una mejora, hay que hablar con el entrenador porque termina dentro de un año, habría que reforzar la defensa, nos hace falta un mediocentro y además tenemos esta partida de dinero para pagar al vicepresidente de los árbitros”. “Ah, muy bien Joan, muchas gracias”.
El caso Negreira, que cumple un añito, nos ha dado los episodios más bochornosos de nuestro deporte. ¿Os acordáis cuando el ex vicepresidente arbitral alegó que no podía declarar porque tenía problemas de memoria? ¿Recordáis el tropezón que dio Negreira cuando estaba a punto de entrar precisamente al Instituto de Medicina Legal de Cataluña que debía diagnosticar si era cierto o era falso que ya no se acordaba de nada? ¿Recordáis cuando Tebas alegó que todo había prescrito? Ni un reproche ético, ni un comentario moral, nada: todo estaba caducado, como si fuera un yogur. Este mismo Tebas es el que, para sorpresa de la Federación y contenida indignación madridista, acaba de denunciar ante Competición los presuntos insultos de Bellingham sin que aparecieran reflejados en el acta arbitral. ¿Os acordáis cuando, transcurridos tres meses sin dar explicaciones, Laporta apareció con las cajas rojas de Nestlé? ¿Qué contenían aquellas cajas? ¿Lo sabe alguien? Yo creo que por no haber no había ni bombones.
Quieren que hagamos vida normal después de conocer que el Fútbol Club Barcelona pagó durante 17 años al vicepresidente arbitral. Es como si alguien entrara a su casa por la noche, viera tres cadáveres en el salón y se fuera a dormir como si nada. Quieren que hablemos del gol anulado al Leipzig. Y Mateu Lahoz, que formó parte de ese entramado denunciado por el juez, dice hoy en sus labores de comentarista (muy petulante, por cierto) que hay que ser honesto. Un año después siguen los mismos y lo único que ha cambiado es que Negreirita, el hijo de Negreira, aparece con su hijo Negreiririta, o sea Negreira III, comentando las jugadas. Nos vacilan varias generaciones de Negreiras. La pregunta es la siguiente: ¿Dónde estaremos dentro de un año? Si Dios me da salud y Federico Jiménez Losantos continúa confiando en mí, yo continuaré aquí repitiendo eso de que el Barça pagó 17 millones al vicepresidente arbitral. Y me darán lo mismo los bostezos o las caras de sorpresa. Si alguien pretende que me vaya a dormir teniendo como tenemos tres cadáveres en el salón, se equivoca conmigo. Respetaré la acción de la justicia pero mantendré caliente el debate moral. Y lo recordaré un millón de veces si es necesario: el Barça pagó y Negreira cobró. Y esta no es una jugada gris sino más negra que el carbón. Es la acción más negra de la historia del deporte español. Y si aburre, que aburra.