NotMid 19/01/2024
OPINIÓN
ANTONIO LUCAS
No tengo por costumbre leer las cosas de Jaime Peñafiel. Ninguna animadversión personal, tan sólo desinterés por la mercancía de su negocio. Entiendo que es colaborador de este periódico, pero tampoco es motivo suficiente para vincularse. Y sé que es un hombre de edad admirable, lo que sólo delata resistencia, buenos cuidados y genes fuertes. En el periodismo cabe todo, incluso la verdad. En los últimos años, Peñafiel tiene una misión: descuadernar la existencia de Letizia Ortiz, ahora reina de España, especulando con presuntos secretos de una vida que en lo íntimo sólo debe razón entre las paredes de su palacio. Peñafiel, qué más da, está seguro de su deber apostólico: abrir un chirlo en el expediente familiar de una mujer que no se adapta a sus criterios de gendarme, sean esos los que sean. Y así justifica el encallanamiento de las acusaciones.
Lo que me pregunto, desde mi indiferencia monárquica, es si merece la pena condenar a alguien a la sospecha por tus antojos morales. En este caso, los de un enemigo acicalado de clasismo y avalado por una hoja de ruta servil ante las realezas, cada una con su podrida historia dentro. Las insinuaciones del ciudadano Peñafiel dan cuenta de un narcisismo fueracacho. Me da que con su compadre emérito fue más indulgente, por mucho humo que saliese de la chimenea de la alcoba y de las cuentas de los bancos. Peñafiel propone ser el Unabomber de Zarzuela clavando en una pica la cabeza de su víctima junto a la cancela de la finca. Estas operaciones de ultraje delatan, por el otro extremo, la maldad de los bufones.
Como este es un periódico de alarde plural sospecho que nadie se molestará por decir que la buena pluralidad es aquella en la que alguien despliega ideas contrarias libremente. Vuelvo a Peñafiel: es sonrojante el papelón correveidile de quien sopla pecados a los micrófonos ajustándose un cinturón moral de dinamita y amenaza con volarlo todo en favor de un estricto sentido de honra, que a saber tú lo que esconde. Cuánto centinela de la decencia inquisitiva. Qué petulancia. Este hombre lleva semanas muy entretenidas alimentando lluvias, caracolas (como en el poema de Miguel Hernández) para nada. No sé si se habrán hecho algo mutuamente, pero este pleito lo está perdiendo uno. Por el machismo que destila. Por la neura de hurgar con el hocico en el intestino ajeno. Por mentar con insidia a los muertos. Buen día.