La muerte de Raisi y los cargos contra Netanyahu aumentan la inestabilidad de la zona en plena guerra de Gaza
NotMid 21/05/2024
EDITORIAL
La sobrevenida muerte del presidente de Irán, Ebrahim Raisi, en un accidente de helicóptero no exento de sospechas y la decisión del fiscal jefe de la Corte Penal Internacional de solicitar al tribunal una orden de arresto contra el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, son dos elementos que someten a la región a una mayor tensión.
Las palabras del funcionario israelí -«No fuimos nosotros»- que se apresuró a negar cualquier vinculación con el accidente de Raisi evidencian cómo de sacudido y delicado está Oriente Próximo desde el 7 de octubre, cuando los terroristas de Hamas, grupo patrocinado por Irán, perpetraron los atentados más salvajes que se recuerdan en Israel. Cabe apuntar que Irán también actúa en la guerra de manera directa, como mostró el ataque sin precedentes que lanzó contra Israel el pasado abril.
La petición del fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, no incluye sólo a Netanyahu, sino a varios implicados en la guerra, entre ellos, al líder de Hamas, Yahya Sinwar. Ambos están acusados de crímenes de guerra y de lesa humanidad. Los cargos emitidos contra Netanyahu son gravísimos: «Hacer pasar hambre a civiles como método de guerra» o «dirigir indencionadamente ataques contra la población civil». Israel los ha tildado de «crimen de odio antisemita» y de «abuso», y su gran aliado, EEUU, ha calificado de «intolerable y vergonzoso» que se hayan anunciado conjuntamente. «No existe ninguna comparación posible entre Israel y Hamas», se lee en el comunicado de la Casa Blanca. Siendo cierto, es más que presumible que las actuaciones de Netanyahu han colisionado en varias ocasiones con el derecho internacional. Su gestión de la guerra lo ha abocado a una posición de debilidad a nivel internacional y doméstico.
La muerte de Ebrahim Raisi también acarrea riesgos en Irán. Impopular entre la ciudadanía, su victoria en 2021 contó con la participación electoral más baja desde la Revolución de 1979 y, con él al mando, la economía se ha desplomado. Pese a ello, Raisi estaba llamado a ser el sucesor del longevo Alí Jamenei, el ayatolá supremo, un hecho que arroja más sombras sobre el accidente. Ahora, aunque la arquitectura de la dictadura islámica no deja margen a la improvisación sobre cómo proceder, la muerte de Raisi podría abrir una lucha de poder de alto riesgo entre las diferentes facciones políticas del ala dura, que se disputan clérigos y militares. Una consecuencia indeseable sería una radicalización mayor del régimen si se imponen figuras aún más fanatizadas, que exigen para el país mayores restricciones a la libertad de expresión y una aplicación incluso más estricta de los códigos de vestimenta islámicos obligatorios para las mujeres.
Mientras cada día es crucial para la distensión en Oriente Próximo, esta sólo parece alejarse.