Vargas Llosa encarnó como pocos escritores una cierta idea de cómo es y cómo se comporta un intelectual
NotMid 14/04/2025
OPINIÓN
DAVID JIMÉNEZ TORRES
Unamuno señaló en 1905 que todo el mundo hablaba de los “intelectuales”; otra cosa es que supieran explicar a qué se referían con aquel sustantivo. Hoy en día, sigue resultando más fácil ilustrar el sentido de esa palabra aludiendo a individuos concretos. Individuos como Mario Vargas Llosa, el escritor cuya trayectoria encarnó como pocas una cierta idea de cómo es y cómo se comporta un intelectual. Así percibimos su capacidad para combinar una extraordinaria carrera literaria con la voluntad de pronunciarse sobre cuestiones que rebasaban lo estrictamente literario. Una voluntad que se plasmó, ante todo, en ese compromiso político que le llevó a intervenir en un sinfín de polémicas, e incluso a presentarse a unas elecciones presidenciales en su país.
Dado que también llevamos décadas hablando de la “muerte” del intelectual, cabe plantear si con Vargas Llosa no se estará yendo uno de los últimos representantes de la estirpe de Zola, Camus, Orwell etc. Quizá lo más evidente, en este sentido, es que Vargas Llosa representaba un tipo de intelectual vinculado fundamentalmente a la palabra escrita. Claro que apareció centenares de veces en radio y televisión; pero su perfil público se forjó en -y siempre remitía a- los libros, los ensayos, los artículos. Esa primacía de lo impreso es lo que más destaca cuando pensamos en el tipo de intelectual que nos deja: aquel que surgió en una época en la que aún era posible obtener una fama y una capacidad de influencia extraordinarias a través de la palabra escrita. Este es uno de los sentidos profundos de aquello que dijo en su discurso del Nobel: “aprender a leer es lo más importante que me ha pasado”
Si Vargas Llosa encarnó un modelo de intelectual, también fue paradigmático como intelectual liberal. No porque sus herramientas para intervenir en el debate público fueran distintas de las que había empleado cuando militaba en la izquierda, sino porque reflejó muy bien la evolución del liberalismo durante la segunda mitad del siglo XX. Al centrarse en la autonomía del individuo, Vargas Llosa recogió los elementos del pensamiento liberal que se oponían de manera más productiva a los autoritarismos de su tiempo; también reflejó ese divorcio entre liberalismo y nacionalismo -compañeros durante buena parte del siglo XIX- que se venía fraguando desde la etapa de entreguerras. Todo ello dio un sentido y una coherencia a su actitud ante cuestiones que iban desde el castrismo hasta el ‘procés’. Hoy en día cabe plantearse si ese liberalismo no se encontrará, también, en vías de extinción